Él sintió una piquiña en el tibillo. Descubrió una ronchita. Pensó que lo habÃa picado un zancudo. No le prestó importancia. Se dirigió al baño, se cepilló los dientes, se acomodó el mechón de pelo que le cubrÃa la frente, se vistió y salió de casa.
Él trabajaba de reportero en un periódico local. En la mañana pasaba por las instalaciones del periódico, reclamaba su grabadora, su libreta de apuntes y su cámara fotográfica y salÃa a hacer su trabajo. A eso de las cuatro regresaba y entregaba el material que hubiese recolectado.
Afuera del periódico compraba un café. Mientras descansaba sintió de nuevo la puquiña. Alzó la bota del Jean y vio que la roncha habÃa crecido. Pensó que por el corre corre del dÃa se le habÃa infectado. En casa con pañitos de agua tibia con sal arreglarÃa todo. Pagó el café y se dirigió a casa. Abrió la puerta. Tiró la mochila en la mesa. En la cocina puso a hervir agua con sal. El teléfono sonó. Ella, su novia, con la que se iba a casar en pocos meses, le recordó la cita que tenÃan a las ocho en el bar de siempre. Colgó. Cuando Él iba a hacerse los paños se sorprendió que la roncha le habÃa abarcado todo el pie. Con el agua tibia la piquiña se le hizo insoportable. La roncha se propagó. Le picaba era horrible. Vio que los poros se agrandaban, ensanchaban. Sintió sed. Fue a la cocina y el dolor del pie le impidió ir erguido. A gatas llegó, abrió la canilla y sorbió en un vaso un trago de agua. Se sentó en una silla. Puso el pie encima del otro. Lo soplaba. Quiso llamar a Ella para pedirle ayuda, pero el dolor lo inmovilizó. La roncha le habÃa subido hasta la rodilla. El dolor y la piquiña era algo que él no podÃa soportar. Se desmayó.
Al despertar, sin abrir los ojos, intentó mover el pie. Se sorprendió al descubrir que su pie no le dolÃa. Movió el pie y éste respondió. Esperó algún efecto segundario, pero las cosas parecÃan andar bien. Abrió los ojos y miró su pie. Ya no tenÃa la horrible roncha. Encontró que su pierna ya no era su pierna. En vez de un pie con tobillo y dedos y rodilla se encontró con una pata de gallina. Su rodilla, su menisco, tobillo y pie eran un tubo amarillo lleno de ranuras. Sus dedos habÃan desaparecido y a cambio habÃan surgido tres garras que se abrÃan como abanico en las baldosas de la cocina. Él se sonrió, se puso un par de medias. Ajusto su pata al calcetÃn y al zapato. Miró el reloj que habÃa encima de la nevera. 7:30 pm. Aún tenÃa tiempo para cumplir la cita. Se vistió, se perfumó. Salió de casa.
Durante el camino sentÃa el pie más ligero, con cierta destreza que antes no tenÃa. Por un trayecto saltó en un solo pie. Su pata de gallina amortiguaba con gran facilidad y elasticidad el peso del cuerpo.
Ella lo esperaba en un café. Se saludaron. Ella pidió una cerveza y Él una avena de trigo. Ella le sonreÃa. Él le guiñaba el ojo. Hablaron un rato. Acordaron los preparativos de la boda. Hicieron la lista de los invitados. Él pagó la cuenta y se despidió de su novia.
Camino a casa encontró una tienda abierta. Necesitaba un paquete de arepas y un quesito para el desayuno. Los compró. Encima del mostrador habÃa varÃas mazorcas exhibidas. Se llevó una. En casa guardó el paquete de arepas y el quesito en la nevera. Lo mismo iba hacer con la mazorca pero decidió llevársela al cuarto. Se quitó la ropa. Vio su pata y la puso sobre una silla. QuerÃa contemplarla. No entendÃa lo que le sucedÃa. Tampoco quiso pensar en ello. Se llevó la mazorca a la boca y la desgranó con los dientes. Tiró la tusa al piso. Se metió dentro de las cobijas y se durmió. A la mañana no fue a trabajar. En la tarde sonó el teléfono una y otra vez.Ella se preocupó al enterarse de que él no habÃa ido al trabajo y no le contestaba el teléfono. Él nunca habÃa sido incumplido. DebÃa haberle pasado algo. Fue a su casa y tocó a la puerta. Nadie le abrió. Ella buscó al dueño del apartamento. Éste tenÃa otra llave. Abrieron. La casa estaba desordenada como siempre. En el cuarto de él sintieron ruidos. Con sigilo se aproximaron a la habitación. Al entrar se encontraron con una gallina escarbando en la cama. Ella tomó la gallina y se la llevó a casa. Salieron del apartamento. Ella llamó a todos los amigos de Él. No hubo respuesta. Él no aparecÃa. Ella lloró y maldecÃa la cobardÃa de Él. Él nunca apareció y la madre de Ella mató la gallina para hacer un sancocho e invitó a toda la familia.
Él trabajaba de reportero en un periódico local. En la mañana pasaba por las instalaciones del periódico, reclamaba su grabadora, su libreta de apuntes y su cámara fotográfica y salÃa a hacer su trabajo. A eso de las cuatro regresaba y entregaba el material que hubiese recolectado.
Afuera del periódico compraba un café. Mientras descansaba sintió de nuevo la puquiña. Alzó la bota del Jean y vio que la roncha habÃa crecido. Pensó que por el corre corre del dÃa se le habÃa infectado. En casa con pañitos de agua tibia con sal arreglarÃa todo. Pagó el café y se dirigió a casa. Abrió la puerta. Tiró la mochila en la mesa. En la cocina puso a hervir agua con sal. El teléfono sonó. Ella, su novia, con la que se iba a casar en pocos meses, le recordó la cita que tenÃan a las ocho en el bar de siempre. Colgó. Cuando Él iba a hacerse los paños se sorprendió que la roncha le habÃa abarcado todo el pie. Con el agua tibia la piquiña se le hizo insoportable. La roncha se propagó. Le picaba era horrible. Vio que los poros se agrandaban, ensanchaban. Sintió sed. Fue a la cocina y el dolor del pie le impidió ir erguido. A gatas llegó, abrió la canilla y sorbió en un vaso un trago de agua. Se sentó en una silla. Puso el pie encima del otro. Lo soplaba. Quiso llamar a Ella para pedirle ayuda, pero el dolor lo inmovilizó. La roncha le habÃa subido hasta la rodilla. El dolor y la piquiña era algo que él no podÃa soportar. Se desmayó.
Al despertar, sin abrir los ojos, intentó mover el pie. Se sorprendió al descubrir que su pie no le dolÃa. Movió el pie y éste respondió. Esperó algún efecto segundario, pero las cosas parecÃan andar bien. Abrió los ojos y miró su pie. Ya no tenÃa la horrible roncha. Encontró que su pierna ya no era su pierna. En vez de un pie con tobillo y dedos y rodilla se encontró con una pata de gallina. Su rodilla, su menisco, tobillo y pie eran un tubo amarillo lleno de ranuras. Sus dedos habÃan desaparecido y a cambio habÃan surgido tres garras que se abrÃan como abanico en las baldosas de la cocina. Él se sonrió, se puso un par de medias. Ajusto su pata al calcetÃn y al zapato. Miró el reloj que habÃa encima de la nevera. 7:30 pm. Aún tenÃa tiempo para cumplir la cita. Se vistió, se perfumó. Salió de casa.
Durante el camino sentÃa el pie más ligero, con cierta destreza que antes no tenÃa. Por un trayecto saltó en un solo pie. Su pata de gallina amortiguaba con gran facilidad y elasticidad el peso del cuerpo.
Ella lo esperaba en un café. Se saludaron. Ella pidió una cerveza y Él una avena de trigo. Ella le sonreÃa. Él le guiñaba el ojo. Hablaron un rato. Acordaron los preparativos de la boda. Hicieron la lista de los invitados. Él pagó la cuenta y se despidió de su novia.
Camino a casa encontró una tienda abierta. Necesitaba un paquete de arepas y un quesito para el desayuno. Los compró. Encima del mostrador habÃa varÃas mazorcas exhibidas. Se llevó una. En casa guardó el paquete de arepas y el quesito en la nevera. Lo mismo iba hacer con la mazorca pero decidió llevársela al cuarto. Se quitó la ropa. Vio su pata y la puso sobre una silla. QuerÃa contemplarla. No entendÃa lo que le sucedÃa. Tampoco quiso pensar en ello. Se llevó la mazorca a la boca y la desgranó con los dientes. Tiró la tusa al piso. Se metió dentro de las cobijas y se durmió. A la mañana no fue a trabajar. En la tarde sonó el teléfono una y otra vez.Ella se preocupó al enterarse de que él no habÃa ido al trabajo y no le contestaba el teléfono. Él nunca habÃa sido incumplido. DebÃa haberle pasado algo. Fue a su casa y tocó a la puerta. Nadie le abrió. Ella buscó al dueño del apartamento. Éste tenÃa otra llave. Abrieron. La casa estaba desordenada como siempre. En el cuarto de él sintieron ruidos. Con sigilo se aproximaron a la habitación. Al entrar se encontraron con una gallina escarbando en la cama. Ella tomó la gallina y se la llevó a casa. Salieron del apartamento. Ella llamó a todos los amigos de Él. No hubo respuesta. Él no aparecÃa. Ella lloró y maldecÃa la cobardÃa de Él. Él nunca apareció y la madre de Ella mató la gallina para hacer un sancocho e invitó a toda la familia.
0 coment�rios:
Publicar un comentario