Cada me duele más la prisa con que se mueve el mundo en que vivo. Cada día los avances tecnológicos, las modas, el consumo, la idea de progreso, la necesidad de producir, la incapacidad de ser individuo han hecho que el día me sea más corto.

El mundo, el de principio de siglo, éste que me está tocando presenciar, está proclamando la prisa como la única religión posible de subsistir en un mundo tan cambiante, donde nunca hay nada definitivo, porque la competencia siempre está latente, inventando algo, cada vez más extraño y útil. Ejemplo claro, los celulares y su infinitud de usos y herramientas.

Si, como decía, me duele que cada día haya menos espacio para el individuo. Cada vez interesa menos que el hombre se piense así mismo porque eso requiere que se detenga, renuncie al ritmo abismal del progreso y se quede quieto. Mirando como la prisa desploma el amor y la conversación. Ya no se conversa, ya no se escucha. Lo que se hace ahora es hablarse ante el otro, mostrarse ante el otro, ser una producción en serie de palabras ante el otro. Ser un super hombre, una maquina con arterias y huesos.

Pero detenerse es otra cosa. Admitir que se es imperfecto, que sos casa del miedo, que te equivocas, que sos inseguro, que sos pervertido, que te asusta hasta el zancudo que no te ha picado. Detenerse es aceptarse.

Pero aquel que se detenga debe dejar de producir, de comprar cosas innecesarias, cosas que consiguen inducidos por la moda y la necesidad de comprar. Apuesto que más de la tercera parte de las pertenecías que se tienen en la casa son innecesarias, están haciendo bulto. Porque un comercial de tv dijo que comprar el ultimo televisor pantalla plana era estar in, a la moda. Así con tanta cosa que estorba y entretiene.

Pero la culpa es de todos, todos los que no se atreven a detenerse y salirse del engranaje del sistema, ese que nos envejece más rápido. Gracias a esa cantidad de gente que se muere en el momento que se olvidan de ellos, es que hay que atreverse a vivir y anclar los pies, detenerse.

Lo que nos dice el progreso es que produzca, como lo decía en son de sátira el escritor francés Voltaire, “Trabajemos sin razonar, es el único medio de hacer la vida soportable”.

Sí, trabajemos sin razonar, sin pensar como si fuéramos máquinas creadas para el trabajo y no para la vida, como si fuéramos una tuerca, muchas tuercas, tuercas, solo tuercas. Trabajemos sin ser individuos, sin atrevernos a jugar, a sentir que es posible el asombro, a soñar, a crear. Trabajemos para involucionar al progreso y morir sin haber sido nada, solo una mancha de aire que respiró, copuló, procreó, trabajó, compró un televisor, trabajó, envejeció, trabajó y murió como una máquina vieja de procrear otras maquinas de procrear.

Esta vida es otra cosa distinta al progreso, a la idea de progreso que nos venden en la familia, en el colegio, en la tv. Hay que renunciar a ser todo eso que nos piden que sea y que no somos. El hecho de pertenecer al engranaje es dejarse entristecer porque sos feo, imperfecto, injusto. Es llenarse de mocos por no tener esa mujer que sale en una propaganda de cerveza y tener que envejecer con una mujer mueca y cantaletosa. Es admitir que siempre te faltará algo para aceptarse tal cual sos, el último celular, la última chaqueta que hace masajes a al vez que te protege del frío.

No, eso no es vivir. Hay otras cosas más pequeñas y asombrosas. Atreverse a ser uno mismo es ser esa libélula que estorba al engranaje y vuela celebrando su imperfección, su incapacidad para ser otra cosa distinta a la que es. Vamos a ser nosotros mismos, esas libélulas que aún juegan, conversan, sueñan, se detienen y celebran su existencia. Atrevámonos a jugar, a detenernos, a ser el mosquito en el ojo del progreso.

Sandy es el nombre que más sábados tiene en la semana. Es un nombre, o mejor dicho un sábado, que me permite todos los días salir en la noche, dirigirme al bar boca, sentarme, tomarme una cerveza y morder la canción Imagine de Jhon lennon.

Sandy es el nombre que más se parece a la sandia. Es un nombre rosado por dentro, jugoso. Es un nombre hecho para morder lento, con calma, como si lo mordido a la vez mordiera a lo que muerde.

Sandy es el nombre que me falta, el sábado que me falta, la caricia que me falta, la piel que me falta.

Si, es mi piel la que más conoce de las caricias de Sandy, del nombre de Sandy, de la figura de Sandy hecha luz y deseo, de la Sandy que es más que nombre y me mira tras su nombre con tal misticismo como si fuéramos una irrealidad imposible.

Mi Sandy, mi nombre de Sandy, estoy contigo pero solo de ti. Me duelo de ti, de mis ganas de ti, de no poder quererte como tu quieres que te quiera, de ser esto que soy y no otra cosa menos amorosa y constante que pueda llevarte al cine e invitarte a estar conmigo lejos del cielo y de mí.

No Sandy, no soy más que esto, esto que ves y lamentas no tener como una porcelana, esto que te quiere de repente, de suspiro y abrazo. Esto que te quiere porque sí, porque no entiende el por qué te quiere, pero que te quiere sin explicación, sin lógica, sin juicio. Esto que te recuerda con vista de vela, de cuerpo desnudo a mi sed de ti, a mi temor de ti, a mi ausencia de ti.

Mi piel, Sandy, por tu culpa, se ha quedado sin sábados. Pero, mi piel se niega a quedarse sin sábados y retiene la sensación que le produce recordar tu nombre. Mi piel te piensa, Sandy, te piensa y hace que te extrañe. Mi piel es cómplice de tus caricias.

Es en mi piel donde más sé que te gusta tocarme, desnudarme, besarme, hablarme al oído y susurrarme un suspiro a la espalda. Sandy es el sábado de mis sensaciones.

Es a mi piel a donde voy a buscarte, a hablar contigo cuando no estoy contigo. Es en mi piel donde me resisto a dejarte, pero, es mi piel donde faltas, es mi piel lo que me falta, es mi piel lo que no tengo. Estoy lleno de distancia y escarcha.

Sandy estoy solo de ti. Te tengo sin tenerte como si fuéramos uno que busca al otro. Ese uno que quisimos ser y ya no soportamos, ese uno que nos niega, ese uno que no soy yo y que tu ansias, ese uno que me niega en ti.

Estamos, Sandy, llenos de sospechas y temerosos de que esas sospechas nos sean ciertas.

No Sandy, no quiero seguir así. No te quiero, no me dueles, no me importas… y sin embargo… y sin embargo me faltas.

No Sandy, no me siento culpable, no te diré más que te quiero, no quiero sentir tu nombre picándome en lo labios… y sin embargo… y sin embargo me faltas.

No Sandy, no quiero seguir pensándote posible, medida de mi deseo, color de mi aventura. No Sandy. Y sin embargo, y sin embargo…

Hasta hace poco, muy poco, creía en la otra mitad, en la mujer que llenaría todos mis vacíos, en la mujer que me dejaría dormir en medio de sus tetas, en la mujer hada-teta, en la mujer hada-teta-cuento-de-hada. Pero va. Puro va. Es solo va. Eso es puro va. Va y más va. La mentira más placentera y peligrosa que nos vende la cultura. Puro va.

Por esa idea de amor he cometido muchas estupideces. Solo por creer que es verdad. La idea de amor que tengo es con una mujer de tetas grandes y salvajes y cuando la encuentro, o creo que es la elegida, la mujer para mi amor va, claro, me pongo nervioso porque estoy reaccionando desde mi deseo, desde mi afán de copula va.

Una vez a una niña de tetas grandes que me gustaba le di un banano y partí muerto del pánico, cuando ella lo que quería era hablar conmigo y no comerse un banano. Puro va. Debe pensar que estoy loco. Va.

Después le leí un poema de Jaime Sabines a una violinista y me fui. Días después la violinista me reconoció y lo que hice fue pedirle, de una, sin el proceso debido, por causa de sus tetas, por el embrujo de sus tetas, un beso. Claro, ella también se asustó. Puro va.

Y la última fue la peor. En Girardota hay una niña que me gustaba, bueno, me gusta. Lo raro era que ella no era tetona, más bien no tenía tetas, pero tenía algo raro, una coquetería que la hacía ver a toda ella como un teta gigante, toda ella una teta-cuento-de-hada. En la época del incidente ella trabajaba en una bar, yo empecé a frecuentar el bar. Cada día la quería más para mí. Empecé a imaginar que la besaba como si sus labios fueran un enorme pezón. Puro va. Hasta que me decidí entregarle una carta. Esperé el momento indicado. El 31 de octubre fui al bar y dije que me había disfrazado de cartero y le tenía una carta. Mierda. Puro va, nada más que va. Va, va y va. Le entregué la carta que no era. Al llegar a casa encontré la carta en un cuaderno y le entregué por equivocación una lista de mercado. Lo peor de todo es que volví a escribirle otra carta justificando mi error, donde le decía que no fue un error sino un acto previamente estudiado. Pobre gueva, pobre gueva-va-mierda-va me dije después. Dejé de frecuentar el bar. Tenía pena. También tengo vergüenza.

Bueno, la niña, la última que asusté y debe pensar como muchas, que soy un psicópata en potencia, un maniático va y enfermo de teta va, la vi sentada preocupada por el amor. Al menos esa fue la impresión que me dio. Ella estaba con un tipo, que precisamente no era yo, y me quedé como detective mirándolos. Ella aprobaba cada uno de los movimientos del tipo como si eso lo retuviera, como si él fuera la representación de su príncipe azul. Pero no estaba encantada con él sino con la idea que ella se había fabricado de él. Algo parecido a lo que me pasó a mí con ella. Yo imaginé una mujer que no correspondía a la que ella era y cuando quise hablar con la mujer que ella era y no la que yo había imaginado fue demasiado tarde, ambas se habían ido (la teta gigante que imaginé y la destetada que no me dio ni un abrazo). La diferencia es que ella no sabe que lo que quiere del tipo es lo que él la hace sentir y no lo que él es.

Por la idea que se tiene de amor uno deja de ser el que es por la aprobación del otro. Gran problema, mi primer problema, nuestro gran problema, el va de todo el asunto. Por ello, digo y sostengo que el amor es un invento cultural. El amor es va, no existe, es puro va por no decir pura mierda.

El amor es un mito y una adicción a los sentidos. Por ello creo, no con certeza sino con sospecha, que el amor no existe. Amor va por va del amor va. A fuerza del amor, de la idea del amor, nos fabricamos una tragedia innecesaria.

Lo que afirmo es que el amor es un producto de la sensación. El amor como Dios es un argumento bellísimo de la cultura, una idea de felicidad que mueve a masas. Por ello es una búsqueda del espíritu muy bien justificada en los discursos de la religión, de la literatura y demás artes. Pero, a nivel individual es un cuento distinto.

He hecho el ejercicio de preguntarle a varios conocidos sobre sus posiciones acerca del amor. Todos han coincidido en que el amor es una búsqueda, una carga de sentimientos que no saben explicar pero que sienten, una entrega al otro, una complicidad de soledades, una realización del deseo, una cosa ahí que no entienden pero que los gobierna, una carencia de control. Esas respuestas, miradas con mesura, no son más que sensaciones. Sin lugar a dudas están sorprendidos es de lo que los otros los hace sentir. Puro va en el otro. Están vencidos por sus propias sensaciones, enamorados de lo que los otros les produce.

Es decir, el amor, o lo que se quiere creer que es el amor, no es más que un capricho de los sentidos. Es una apuesta a lo inmediato. Por algo cuando la magia, el aleteo de mariposa que se dice sentir en el estómago, se deja de sentir, el amor deja de ser el invariable, el espontáneo, el eterno, el centro de todo. Cuando se satisface los sentidos se apela entonces a la prudencia, la paciencia y la huida.

Es casi una regla general que cuando pasa lo de los sentidos se empiece a molestar con el aliento, las palabras, la incapacidad para razonar, la sumisión del otro. Esto no es más otra prueba de que el amor, o lo que se cree que es el amor, no es más que una adicción a los sentidos.

Te amo mientras te sienta porque me siento. Es, sin lugar a dudas, el egoísmo es su estado puro. Te quiero porque lo que me produces y no por lo que sos. Puro va. El gran va.

Es difícil aceptar la idea que hay una mitad de uno por ahí buscándolo, soñándolo, padeciéndolo. No creo en esa media naranja, en esa v que busca la a. Puro va. Eso es esperanzarse en un deseo de mujer, en una imagen de mujer. Cosa que negaría la posibilidad de sentir a otras mujeres y quererse en ellas, en la adicción al sentir que producen.

Igual pasa con el alcohol y los cigarrillos o las drogas alucinogenas. Lo que se desea es lo que se siente y no la droga en si.

El amor entonces, es una adicción placentera a los sentidos, no, como se cree, la realización del espíritu, el fin de una búsqueda o la fuerza unificadora de un solo ser que andaba dividido en dos.

El amor, entonces, es la mujer que me deje dormir en sus tetas y me permita soñar todas las tetas. Esa es mi manera de amarla, amo sus tetas, que sin lugar a dudas me harán sentir que soy querido y respirado. Te quiero, mujer inexistente, porque te espero con la boca abierta, dispuesto a contarle todos mis secretos va, llenos de va, a tus tetas va, con sus pezones va.

Mujer líquida, así seas un invento de mi perversión, así no existas, sos mi idea de amor. Sos mi afiche pegado en el techo, sos mi deseo derramado por los dedos, sos mi parte humana, la más desagradable pero la más humana. Pues, así parezca raro, también soy humano y estoy enfermo con mi idea amor va. Puro va, pura mierda va. Pobre representación-de-hombre-gueva-carente-de-amor-va. Puro va.