El amor muere con cada persona. Cada persona es una lechuga del huerto, frágil al verano y al invierno. Cada persona es una plantita que se daña al contacto. Hoy te me has dañado. Hoy te has muerto.

Te esperé sin imágenes en el corazón. Tristemente alegre. Todo era posible, hasta que no llegaras. Creí estar listo para el encuentro con tu indiferencia. Creí... creí... creí...
¡Ah.. mi orgullo! Mi puto orgullo, por eso estoy tan solo.

No te escribiré más. Lo juro, ¡por mi diosito!, no serás más palabra en mí. No más de tus posibilidades, de que tu imagen se haga carne a mi deseo, de que pueda besarte con todos mis músculos, de que todavía teniéndote a distancia me tote estar con estas ganas de hacerte el amor no más que tocándote, de que mis dedos tiemblen al aire tanteando vacío...

No más. No llegaste. Es suficiente. Se quedarme callado. No se rogar aunque todo sea ruego. Te ruego porque no te ruego, porque no rogándote llevo a ruegos extrañándote. Me someto a la indiferencia. No te busco de frente. No me ha funcionado ser evidente. Siempre pierdo cuando quiero. Un enamorado de imposibles. Manía de la soledad. Por eso te busco de reojo, por las rendijas, en silencios, en miradas, en carticas cursis, en un no me importas de mentiritas, en olvidos en pequeñas dosis. Sígote sacándote del montón, de esa cosecha de mujeres, de la uniformidad del erotismo, para no hacer en ti un puerto a mi huida.

¡Basta! Soy aprendiz del olvido. Lo que pasa es que usted es todo un reto a mi olvido. Serás un records guinnes de olvido. Piénsote, siéntote tan cerca como lejos. No eres mi dolor así me duelas.

No conozco tu desnudez. No he ajustado tu desnudez a la silueta de tu cuerpo. Te conozco vestida, orgányca, terrestre. Tu desnudez es oscuridad a mi tacto. Tu desnudez trampa para ángeles. Quiero enredar mis manos en tu desnudez. Desnudez de sábado a las dos de la mañana, ebrios, tú con tus preocupaciones y yo con mis palabras azules para despeinarte. Me gusta cuando te despeinas. Pareces que me vieras de pronto, sin esperarme, espontánea al abrazo, tristemente vestida. Borro tu nombre de mi tacto.

...¡Ah, quién eres! ¡Quién eras! ¿Quién?
...¡Ah! ya recuerdo, no llegué a tiempo. No estoy hecho para la contemplación de las flores, soy brusco de impulso. Por eso soy indiferencia. Indiferencia Betancur. Indiferencia que te vaya bien. Indiferencia que aprendo. Indiferencia que ahora sonrío más sin temor a perder un diente y verme feo. Indiferencia ya no te espero.
Me enseñaste a ser luna para tu condición de nube. Todas tus tú pasan delante de mí. Las veo pasar como a otras. Pasan, se alejan.

El tiempo te borró. El tiempo se metió entre ambos. Quedamos con hojarasca en los ojos. Hueles a vidrio, a un adiós cayéndose de la piel, a lechuga, a todo, a nada, a muerte.
Somos bulla. Entre más escándalo más felices. Nuestra idea de la felicidad en la lujuria del ruido.
Pero ¿Quién puede ser feliz a medio día con una canción de Darío Gómez? Una y otra vez Darío Gómez. ¡Irrespetuosos! Al que le guste Darío Gómez que lo escuche, pero a un volumen moderado. La involución es permitida por iniciativa propia no por contagio. A los vecinos no tiene que gustarle Darío Gómez. Como a la vida también tenemos derecho al silencio.

Estoy en mi casa, alterado, porque otro no es capaz de estar consigo mismo y prefiere aturdirse y aturdirme. Por culpa de ese semejante mío tuve que parar la lectura de Los Endemoniados de Fedor Dostoyevski.

Imagino que él dirá lo mismo de mi música. Pero es que yo no se la impongo. Si escucho música es para mí, no para él. Me importa un pito que los demás se enteren si estoy alegre. El principal benefactor de mi alegría soy yo, lo otro es accidente y vanidad. Pero no ¡Estamos demasiado tristes!

Los adeptos a Darío Gómez y a muchos de estos canta autores populares buscan la satisfacción de sí mismos en la cuota oficial de una tocada de teta o de nalga, en aparentar que son hombres porque beben, fuman, pelean, emborrachan, son injustos, bullosos, paracos, matones, dicen hifueputa, y son machistas, pendencieros o pendejos. Buscan la satisfacción enajenándose de si mismos. Buscan la tranquilidad en lugares diferentes a sí mimos. Gravísimo error. Como si para la realización del ser se necesitara de Darío Gómez.

En Antioquia estamos demasiado tristes. Queremos por cualquier pretexto que el otro crea que estamos alegres, así agredamos sus espacios e impongamos nuestros gustos y nuestras carencias como únicas verdades.

Cuando un hijo se va a la ciudad y viene a casa de visita, éste quiere que todos los vecinos se den cuenta de que él vino, claro, de visita (debe ser el caso de mí vecino). Pone el equipo de sonido a todo volumen, muestra los codos más de lo necesario orgulloso de que sus cicatrices se borran poco a poco, mira más por un ojo que por el otro simulando ser bizco porque en la ciudad todos son bizcos. Pura bulla, pura bizcada, puro escándalo, pura deformación de la esencia, pura tristeza camuflada, porque es el fondo está solo, triste, inseguro, gris.

Entre más bulla más lejos de sí mismo, entre más bulla más sexo, entre más bulla más licor, entre más bulla más feliz, entre más bulla más Darío Gómez, entre más bulla más simio, entre más bulla más ignorante, entre más bulla más triste, entre más bulla más vacío, entre más bulla menos individuo.

El ruido es la religión. No se camina sino que se grita. Los kilómetros no se andan, se gritan. El campo dejó de ser para los pies ahora es para la boca. ¡Gran tristeza!

Estamos tan tristes, tristes.... tan enajenados, enajenados... tan solos, solos... Se nos olvidó escuchar, respetar y mirar a los ojos.

Estamos tan tristes, tan sonámbulos, tan metidos en la moda del desconocimiento propio que no sabemos que es lo que es estar callados un minuto, un puto minuto.

Estamos tan tristes en Girardota, en Medellín, en Antioquia, en Colombia, en Suramérica que no existe una conciencia del individuo. Somos otra referencia de coca-cola, del estado. Somos otra ficha del progreso, otro engranaje del olvido, otro empleado, otro muerto con cedula, otra producción en serie de fetos sin identidad, sin voz, sin alma.

Estamos tan tristes que necesitamos de la bulla y el ruido para creer en Dios, para reelegir a Uribe, para escuchar a Darío Gómez, para creernos la idea de que la felicidad existe, para embrutecernos y así, justificar nuestros pecados y nuestra propia ausencia.

Lo mejor del encierro he sido yo. Fueron dos semanas conmigo mismo. Lo único que hice fue afirmar al niño que llevo adentro. Salí más niño y más egoísta de lo que entré a mi cuarto.

Llevo varios años buscándome. Y lo único que he logrado es potenciar al niño que llevo dentro. Es ahí donde está el origen de mi personalidad, mi espontaneidad, mi yo esparcido y concentrado.

Volver a la inocencia es el camino. Cada vez afilar más el asombro, las ganas de vivir y celebrar todo aquello que te afecta. Si una incertidumbre, si una tristeza, si una melancolía te llega, celebrarla.

Renunciar a las seguridades, quitarse la venda, atreverse a ser egoísta. Olvidarse de los amigos, la familia, las mujeres para estar con uno así sea un ratico.

No perder la capacidad del asombro. Volver al estado del infante en el alma. Es ahí donde el individuo es egoísta, es él y encuentra su espontaneidad, su originalidad. Es ahí donde el hombre empieza a ser el mismo, a aceptarse, a asumir sus limitaciones como virtudes.

Yo por ejemplo, he empezado a contar mis perversidades desde mi inocencia, desde mi capacidad de asombro, desde el no juicio, porque el juicio coarta la imaginación, porque adquirís la manía de imaginar lo que te parece bueno y te beneficia y te negas otras alternativas.

Si, puede ser un pretexto volver a la inocencia para mi aceptación como individuo, pero me agrada y es mi elección. No es mala ni buena esta elección que tomo, es solo una elección, una posibilidad, un hecho que asumo y siento necesario. Es un camino a mí mismo, un canto de mi voz interna. Otros harán lo que les dicte su voz interna, su guía del instinto, su banda sonora del ser.

En este momento empiezo a jugar conmigo, con mis impulsos. Empiezo a escuchar la voz interna, a contradecirme, a experimentar con mis deseos, con mis debilidades.

Hace poco me dije que no me iba a masturbar y me masturbé a la media hora. Soy contradictorio y qué. ¿Quién puede decirme algo? ¿No soy imperfecto? ¿El alma no es imperfecta? Luego me dije que no iba a fumar y compré medio paquete de bostón. Eso me asusta. Me hace replantear muchas cosas ¿Será que lo que considero como realización del alma si esta regida por mi voluntad, por mi deseo de ser, o será un impulso, un accidente independiente a mí?

Uno tiene una voz interna que no escucha por estar tan aturdido de mundo. Una voz que te guía. Algunos la llaman corazonada y otros instinto. Pero viene siendo lo mismo, la voz interna. Porque no solo el aire comprimido que sale por la boca es lo único que se tiene para comunicarse con otros y con uno mismo.

Esa voz interna esta llena de rastrojo. Está en el fondo, porque se adquiere esa falsa convicción de la vanidad y la hace inaudible, insonora.

Para escucharla hay que dejar de escuchar la voz juzgadora de tu madre, la que te limita desde pequeño por su afán de educarte y decirte que esto es bueno y esto es malo para que seas alguien en la vida. El bien y el mal no son sino moral, idea de Dios, miedo cultural concentrado, represión del instinto.

Luego hay que dejar de escuchar el lenguaje de las apariencias, el que aprendes en el colegio, en la universidad, en las instituciones para agradar a las mujeres, a los amigos, a la sociedad. Ese ruido no es más que carencia de sí mismo. Adquirís modales establecidos, ciertas modas innecesarias, cierto modo de hablar, cierto comportamiento uniformado, cierto hipo genérico. Eso es opacar la propia voz.

Luego hay que dejar a un lado esa voz de los deseos superficiales, esa voz que te dice que debes salir adelante, ser mejor el día de mañana, progresar, conseguir una mujer, un carro, una casa, un celular, un portátil, graduarse de la universidad, tener una reputación, emplearse y estar bien remunerado. Puro artificio. Apenas conseguís lo material esclavizas el alma para mantener el lujo. Te vendes por la apariencia. Dejas de importarte por vete bien.

Lo necesario está en uno. Uno es la respuesta a todas sus preguntas y la pregunta a todas las respuestas y las no preguntas y las no respuestas. Lo que pasa es que se está tan ocupado en aturdirse, en no ser, en buscarse en las disco, en los bares, en los cafés, en los centros comerciales, en las mujeres, en la literatura, en la calle, en las apariencias que olvidas entrar a ti mismo.

Uno nace con una vocecita interna que lo guía, le dice que hacer, a donde ir. Se nace genio pero se emprende una empresa macabra de embrutecerse, de atrofiar el instinto, ocultar la personalidad y olvidar la espontaneidad.

Así como el árbol florece, el sol alumbra, el viento va y viene en todos los sentidos, el pájaro canta, uno habla y piensa y se peina y sufre y ve y escucha desea y se muerde la lengua y muere. Se es otro milagro de la naturaleza. La vida son posibilidades de vidas y no una vida programada.

Uno se niega las posibilidades por los beneficios de las apariencias y se olvida de sí mismo, porque es más cómoda la vida del otro, los errores del otro, las carencias del otro. Lo de uno es un problema y una vergüenza. Pero en esa vergüenza está la magia del instante, tu voz, tu originalidad, tu ritmo.

Al final se descubre que en uno solo hay espacio para uno. Hay que empezar por ser egoísta. Luego uno es todos los espacios, todos los caminos, todos los egoísmos.


Pensé escribir sobre Ingrid Betancour, pero es tema nacional. Cualquier cosa que diga sobre su rescate no es más que otra suposición de ese rescate. Lo único que falta en esta historia es esperar que los medios de comunicación colombianos den la certeza de la ayuda de extraterrestres en el rescate de Ingrid Betancour.

Además es sospechoso que suceda tal acontecimiento dos días antes del cumpleaños de Uribe y que pase en este momento en que su imagen pública está tan desacreditada.

Lo peor de todo es que las entrevistas que se le hacen a la máxima figura, por estos días del mártirismo colombiano son las mimas.Las historia necesita mártires. Por eso, me aventuro a hacerle una entrevista más humana, más cochina, a la sufrida Ingrid Betancour, como si ella no fuera más que una mujer con orejas. Nada extraordinario

C: Perdonara usted, señora, pero no le haré las preguntas de cajón. Las que ha contestado por estos días y las que seguirá contestando. Las respuestas usted ya se las sabe de memoria. Quiero preguntarle sobre mí, un desconocido a sus ojos. ¿Qué harías si me quedo calvo después de esta entrevista?
I: Para eso falta bastante tiempo. Muchachito. Haber: 1. Te compraría una peluca
2. Me reiría mucho
3. Te regalo un sombrero de copa, de esos que traje de la selva.

C: Cómo se que eres muy decente y no me decís, por decencia, claro, las cosas que has sentido en cautiverio. Me atrevo a preguntarte ¿Cuántas veces has querido meteré un puño a un periodista? I: Que recuerde... Humm... Muchas. Pero la más reciente es en esta entrevista. C: Has pensado, me imagino, que soy un bicho raro. Por algo me mira de esa forma. Piensas que esto más que una entrevista es una tomadera de pelo. Ahora ¿A qué bicho me parezco?
I: A un sapo. A un sapo de ojos cuadrados y dedos largos. A un sapo cantando solo en un estanque.

C: Suponiendo que me de una enfermedad y pierda las manos y usted esté haciéndome la visita, porque le interesa volver a hablar con el único periodista que no le rinde pleitesía. Y por cosas de la vida un insecto me pica un testículo ¿Me rascarías?
I: Si, no sería nada raro. Recuerdo haberle hecho lo mismo a Marulanda. Eso que él era más viejo y más feo.

C: Después de seis años de cautiverio ¿Cree en el amor?
I: Creo que sí. La búsqueda del amor es constante. Mis hijos son el amor.
I: Y usted periodista ¿has conocido el amor?
C: No. ¡Qué tal! Tendría hipo todo el tiempo.

I: Hubieron días de miseria. La esperanza me era ajena. Hasta sentía que los sentidos me fallaban. Ahora, si a usted le tocara perder un sentido ¿Cuál perdería?
C: Ninguno. Creo que me dejo morir.

I: Por cosas del oficio, mis asesores investigan a mis entrevistadores. Me enteré de que usted escribe poemitas. No conozco ninguno de sus textos. Pero tengo una inquietud desde mi adolescencia. Cosa que no he dicho nada de eso porque creo es una bobada, pero ¿Qué es mejor, sexo o poesía?
C: Afortunadamente no ha leído nada mío. Sería un desperdicio de tiempo. En cuanto a su pregunta, prefiero el sexo para escribir poesía. Si utilizo al poema para obtener sexo, la mujer termina prefiriendo la poesía que al hombre.

I: ¿Por qué una avispa?
C: Por cúlona. Porque desde que te liberaron estas echando cantaleta, pareces una avispa volando. Fueron seis años que usted misma se buscó. Se merecía eso. Nadie más que usted. Luego salís y le ayudas al dictador Uribe para que siga dictando, para que a través de tu imagen el pueda legalizar lo de su reelección. Usted será una cortina de humo. Porque tenes el veneno contenido. Esperas insoportablemente utilizar tu aguijón. I: Entonces ¿El sapo, como usted y como el pueblo colombiano, se come la avispa?

C: No. Le daría indigestión. Pero la entrevista no era para mí sino para la mártir Ingrid Betancur. Así que continuo con mis preguntas.C: ¿Algún guerrillero te hizo el favor durante este tiempo? ¿Cómo pasaste tantos años sin nada de nada? o, cuente pues, ¡no se haga la pícara! mala, así no, haber... cuente pues... ah... no le de pena que eso es de humanos.
I: No le voy a contestar. ¡Irrespetuoso! ¡Saquen a este enfermo de aquí! ¡Guardias!
C: No, espere. La última. No te imaginas que en este momento, te aprieto con la mano una mano y...

I: Eso saquen a ese maldito de aquí. Se ganó una demanda