En la mira

Colombia es un país de asesinos en serie. Los más famosos: Pedro Alfonso López el monstruo de los Andes y el reconocido Garabito. Ambos enfermos sexuales. El primero obsesionado por niñas no mayores de 17 años y las violaba. Después de violarlas las estrangulaba para ver la inocencia en estado puro. Escogía sus victimas a plena luz del día para asegurarle más detalles a su excitación. Fue verdugo en Perú, Colombia y Ecuador. El otro, Garabito, se ensañó con niños. A todos los violaba y torturaba cortándoles los genitales. Garabito ya es cultura general en la violencia de Colombia.

Ambos coincidieron en ocultarse en las montañas. Dejar en lo oculto de la selva, del campo, las pruebas de sus crímenes.

No solo ellos han sido monstruos en serie. Han habido otros sectores, menos visibles, pero igual de devastadores, el estado entre ellos. Entre sus atrocidades se nombra la toma del palacio de justicia y los desaparecidos (...) y ahora la presión que ejerce a la educación pública y a la marcha indígena. O los paramilitares con sus fosas comunes y las decapitaciones con motosierras. O la misma guerrilla con los atentados. Y que decir de la infinita guerra de liberales y conservadores. Y que decir de todos los que usamos la coraza de la indiferencia.

Colombia es un país violento por naturaleza. Una guerra que opaca el paisaje, una guerra que se patrocina desde arriba, una guerra que multiplicó el madre solterismo, una guerra que llevamos en las venas. No es de extrañarse entonces que esos actos ocurran y sigan ocurriendo, sin que surja cambio alguno. El odio escudo nacional de hombres indiferentes. El odio cúspide de sangre derramada por una guerra que nos dio la primera palmada en la nalga. El odio carta magna del instinto.

Son incontables los abusos que suceden a diario. En las noticias solo se cubre la parte más visible de los hechos. Los medios van a los lugares más cercanos, más urbanos, para no perder la chiva. Pero dejan lo otro a oscuras. Las montañas están inexploradas por los medios de comunicación. Hay mucho zancudo, mucho paisaje, mucho silencio en las montañas como atraer al colombiano tan civilizado, que quiere sacar barriga, procrear, tener hijos y morirse. Pero eso sí, que nadie los moleste. Esta historia patria los indigesta.

Pero es en las montañas donde la muerte es más lenta y horrorosa. Con Pablo Escobar se hizo mucha bulla porque era un fenómeno urbano y las muertes eran rápidas y visibles. En cambio con los paramilitares apenas se descubren sus atrocidades, porque sucedió en las montañas, donde no hay una cede de un medio de comunicación, ni una ONG, ni una alcaldía, ni un CAI, ni nada. Donde no hay como verificar ningún hecho.

Es en las profundidades de las montañas del suroeste antioqueño, acaba de nacer otro asesino en serie. Se dice que tiene vínculos con los paramilitares, hoy, las águilas negras. Es un joven de 19 años y ya ha matado a dos. Pero no a niñas ni niños, sino a hombres con algún retardo mental. Específicamente en el municipio de Fredonia, en la vereda de Travesías.

Él se llama Yeison Acevedo Morales y ha matado a dos. El primero fue a un tío, Ernesto Morales, el pasado 16 de octubre. Y el segundo fue Carlos Garrucha, un tío político, a quien asesinó el pasado dos de noviembre.

Yeisón después del primer asesinato, tal vez el más duro, el que le mediría la sangre, se fugó por dos semanas. Luego volvió a su antigua casa como si hubiera salido de vacaciones. Su antigua familia lo acusó a la policía. Por falta de pruebas fue liberado.

Yeison estuvo en la casa, silencioso, planeando la muerte de Carlos Garrucha. Necesitaba hacerse más fuerte para ir por el gran pez, Pedro Pablo Echeverry, el que mató a su padre.

Yeisón desde pequeño siempre, cuando hablaba, miraba a la derecha. Pocas veces seguía una conversación con la mirada fija. De pronto se acordaba de algo y miraba a la derecha. Entonces se quedaba callado y apretaba los puños. Porque el hombre cuando mira a la izquierda es cuando miente y a la derecha cuando recuerda.

Yeisón desde muy pequeño iba a la casa de Pablo a observarlo. Lo miraba fijamente. Luego se quedaba llorando, solo, jurando vengarse. Además Pablo embarazó a su madre, al poco tiempo de haber matado a puñaladas a su papá.

Pedro Pablo en estos instantes está encerrado en su casa. Se muere lentamente. El terror lo ha visitado. Tiene una tienda y desde hace dos semanas no la abre. Esta cagado de miedo. Además sabe que su nombre se susurra con más fuerza al otro lado. Y que su hijo, el único digno de él, el que engendró con un error, cada vez se hace más fuerte. Y sabe que su muerte va a ser lenta y dolorosa, más lenta y dolorosa que las que ha cometido su verdugo.

Yeisón se prepara para Pablo y Pablo lo sabe. Yeisón tortura a Pablo con la imaginación de su propia muerte. Con varías personas dejó el recado de que el viejo maldito será el último y el más sufrido.

Pablo estaba en casa, con su segunda esposa, mirando tv, cuando le contaron del asesinato de Carlos Garrucha.

Carlos Garrucha era la mano de derecha de Aurelio, el abuelo de Yeisón. Carlos era que cortaba los guineos, recolectaba el café, mercaba, realizaba las tareas básicas de la casa. Era casado y tenía dos hijos.

Yeisón, después de que fue detenido, volvió a casa, hizo maletas y se fue. Eso hizo creer.

En casa de Aurelio se fue el agua, Garrucha como siempre acudió a arreglar el daño. Como antes, era posible que un tronco o arena hubieran taponado el tanque o la tubería.

Garrucha apareció el lunes tres de noviembre, picado a machetazos, dentro del tanque. Yeisón le dio 23 machetazos, lo cortó por las articulaciones. Cabeza, brazos, piernas... Luego puso una lata sobre el tanque, a la lata la aseguró con llantas y rocas. Y marchó.

Pablo escuchó la noticia. Se hizo el fuerte. Dijo acostarse a dormir. Pero no durmió. Esa noche escuchó pasos fuera de su casa y una voz que pronunciaba su nombre.

1 coment�rios:

Anónimo dijo...

Qué terrible visión del país... Demasiado realismo para un poeta. Debés estar intoxicado por haber escrito todo esto.