La cárcel

Estoy atrapado en mi nombre. Un nombre que respira y mira. Un nombre que parece inofensivo pero que intenta gobernarme.

Llamarse Camilo es un interrogante sin resolver. Por algo camino encorvado, cada vez más parecido a un interrogante. Si hasta me conseguí un sombrero para graficar el punto que me falta para ser el interrogante completo.

Esto del nombre empecé a sentirlo desde muy chico cuando un Oscar, un Diego, un Edwin, un Mauricio se comportaban muy diferentes y parecían convivir sin problemas con el nombre que les tocó llevar como cruz. En mí era otra cosa.

En el colegio, cuando encontraba a otra persona con el mismo nombre le hacía preguntas sobre mis comportamientos. Cosas como que los asustaba, si eran introspectivos, si tenían dificultades para relacionarse con otros nombres. Me sorprendía el silencio de estas personitas a tales preguntas. Evitaban contestarme. Así que debía observarlos y sacar mis propias conclusiones.

El Camilo es cosa seria. El que lleve ese nombre por lo general es fanático algo o está en continua discordia consigo mismo porque no admite que ese nombre lo controle.

Aunque en apariencia el Camilo se puede relacionar con otros nombres no intima con nadie. No se caracteriza por llamar a un amigo, a no ser a pedir un favor. Está en líos con el amor y el trabajo. Lo único que lo salva es la salud. Necesita estar de pie para cargar el peso de llamarse Camilo.

Además, etimológicamente, llamarse Camilo es colgarse al cuello una misión divina y tormentosa. El origen de este enigma es hebreo “Kadmel” que significa “aquel que es mensajero de Dios”, un dictamen divino y el que lleva ese dictamen debe consagrarse al dolor y la purificación inmerecida. O también en griego “Kadmilos” que significa “nacido de justas bodas” que en resumidas cuentas es el que debe cargar el peso de la tradición de generaciones pasadas, el miedo heredado, el estigma de morir católico y conservador.

Y pese a todo, no renuncio al nombre de Camilo. Me gusta como suena, pero tampoco le hago caso. Pensar en eso me complica la existencia y la idea de Dios. Eso de ser emisario divino no me agrada, requiere mucho dolor y compromiso. Por algo injurié, leí el padre nuestro con los calzoncillos en la rodilla, dibujé a la Virgen desnuda con un consolador en la misma mano que sostenía al divino niño, invoqué la tristeza para librarme de las responsabilidades, rompí el cordón umbilical a muy temprana edad…

Lo que más me asusta es cuando una mujer que deseo y quiero dice mi nombre. Siento que nombra a otro que no corresponde a mí. Llama a otro con mi cara que piensa cosas diferentes. O después de hacer el amor mi nombre es el que siente mientras yo enciendo un cigarrillo y espero el momento de decir algo, sentir mi voz en mí.

A veces, también, escucho una voz que dice mi nombre, segundos antes de conciliar el sueño, y se me erizan los vellos. Es como si el nombre se pronunciase así mismo y me castigara por ignorarlo, por pasármelo de largo. Me lleva a lugares que no conozco, a paisajes pesadillescos que me hacen despertar a gritos, empapado de sudor e indefenso.

Camilo es un nombre macabro, enemigo, está en contra de todo aquel que lo posea. Por algo la mayoría de Camilos son sonámbulos. Lo que hace el nombre es que cuando el que lo posee duerme, habla através de él. Dice verdades y vergüenzas ocultas. Claro, uno no se da cuenta hasta el otro día que el nombre hizo en uno una de las de las suyas.

Ahora que no estoy en mi país y que no conozco a nadie que se llame Camilo, camino tranquilo. Pero presiento algo, una jugarreta que me puede desestabilizar, un truco de mal gusto. A Lu, con la mujer que intento algo, mi nombre le ha dicho cosas mientras duermo. Quizás también se las haya dicho mientras creo que hablo con ella. Es maldadoso ese nombre. A ciencia cierta no sé qué es lo que le haya dicho. El caso es que ella está rara conmigo, más distante, hasta me dijo que fuéramos de a poco y luego se acostó a dormir. Es culpa de mi nombre, mi puto nombre. Pero Lu tampoco quiere decirme que fue lo que le dijo mi nombre. Estoy indefenso ante tales sucesos.

Camilo es un nombre fantasma que me persigue, peor que la sombra, me hace rastrillar los dientes de una manera incontrolable cuando descanso, en las horas de la madrugada, cuando estoy en todas partes menos en mí.

Es complicado este nombre de Camilo que se come mi comida, se pone camisas, medias, lee a Jaime Jaramillo Escobar y a Kafka, tiene mal aliento, es nombrado por la mujer que está seria conmigo, se rasca las pelotas y me araña la espalda cada que le da la gana o cada que le da por empujarme al pánico y divertirse un poco.

5 coment�rios:

mushroom attack dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
mushroom attack dijo...

...Nos encontraremos entonces en las puertas del limbo, desnudos de toda humanidad inmerecida y escucharemos por primera vez la única voz, una voz desligada del enigma y de la divinidad, una voz que nos obliga a despertar y a dejar a todos nuestros sueños ahogándose entre blancos abismos.
Iremos hacia el lugar de dónde la voz porviene, la voz dirá nuestros nombres verdaderos, los que no podimos cambiar ni cambiaron nuestros padres, Y sólo en ese momento seremos extintos totalmente por un dedo humedo puesto sobre el alma de la vela.

Unknown dijo...

Los nombres son una forma de clasificarnos, un índice, algo que a veces es deshumano. Con los nombres hay referencias a las personalidades, pero el nombre es solo una mascara, un escudo, un filtro ante la universalidad humana.
Cada uno recide detras del nombre y algunos prefieren dejarlo en limpio, otros no.
Es mejor llamarse de ninguna forma para darnos cuenta de la unidad, de lo cercanos que somos cuando no existen esas barreras, esos escudos, y llegar a comprendernos en la unidad del ser, de la vida.

Anónimo dijo...

Ya la cago este guevon con la pollita... ja! yo sabia que muy rapido se iba a dar cuenta que camilo es uno de "los amorosos".

Pero parce, si lo vuelan nos llama que aqui nosotros vendemos los libritos para mandarle pan, sopita y vino y poemas nuestros para que venda mientras vemos como hacemos para ir por usted.

manejese bien, marica, para que no lo jodan. usted mismo dijo, alla son mas inteligenes las mamás.

Juan Sebastian Acosta dijo...

Hermano usted sabe que cuenta con estos melenudos de muñecas inquietas...