Asumà el adiós. No tuve miedo a perderla. SabÃa que yo era más importante que lo que sentÃa. Se fue. Volvà a casa. Esa tarde no dormÃ. Me hacÃa falta pero no querÃa demostrarle que la extrañaba. Escribà su nombre en un papelito y lo enterré en la huerta casera para arrancarme el deseo y no anhelarla.
Luego me llamó y hablamos. Quedamos en vernos. Me dijo que yo nunca habÃa intentado darle un beso. Que mi problema era decir las cosas. Dejarle todo a las palabras. Que la tenÃa endiosada. Que ella era una mujer que querÃa acción. AgradecÃa el cortejo pero faltaba riesgo. Intenté besarla. Ella retrocedió. Me dijo que ese era mi gran problema. Esperaba a que me dijeran las cosas para poderlas hacer. Necesitaba plastilina para llegar a ella. Me sentà de 14 años. Le dije que no la iba a tocar. Que no tenÃa miedo a quedarme solo. Que la querÃa pero podÃa prescindir de ella. Que el problema de ella era la prisa. Querer controlarlo todo. Manipular al hombre. TemÃa enamorarse porque perdÃa la estabilidad laboral. Y si no la habÃa besado era porque ella me importaba más que los besos. Que sÃ, estaba dispuesto a penetrarla, a chuparle la pasión. Pero sino encontraba el momento indicado no iba a forzar las cosas. Ella me dijo que los dos querÃamos pero no coincidÃamos. Acepté.
Nos abrazamos. Ella me dijo que se habÃa sentido bien a mi lado. Yo le dije que ya no querÃa nada con ella. Ella sonrió y afirmó que serÃa su futuro novio en tres años. SonreÃ. Me sentà más lento de lo normal. Caminamos. Al despedirnos ella intentó besarme. Le dije no y le di un beso en la mejilla. TenÃa que demostrarle que asà me gustara podÃa decirle no a sus labios de helado de chocolate derretido. Ella me abrazó. Me dijo adiós. Le dije que la querÃa mucho. Ella me dijo también. Pero sabÃamos que ninguno iba a buscar el otro. Que la oportunidad habÃa pasado de largo.
Luego me llamó y hablamos. Quedamos en vernos. Me dijo que yo nunca habÃa intentado darle un beso. Que mi problema era decir las cosas. Dejarle todo a las palabras. Que la tenÃa endiosada. Que ella era una mujer que querÃa acción. AgradecÃa el cortejo pero faltaba riesgo. Intenté besarla. Ella retrocedió. Me dijo que ese era mi gran problema. Esperaba a que me dijeran las cosas para poderlas hacer. Necesitaba plastilina para llegar a ella. Me sentà de 14 años. Le dije que no la iba a tocar. Que no tenÃa miedo a quedarme solo. Que la querÃa pero podÃa prescindir de ella. Que el problema de ella era la prisa. Querer controlarlo todo. Manipular al hombre. TemÃa enamorarse porque perdÃa la estabilidad laboral. Y si no la habÃa besado era porque ella me importaba más que los besos. Que sÃ, estaba dispuesto a penetrarla, a chuparle la pasión. Pero sino encontraba el momento indicado no iba a forzar las cosas. Ella me dijo que los dos querÃamos pero no coincidÃamos. Acepté.
Nos abrazamos. Ella me dijo que se habÃa sentido bien a mi lado. Yo le dije que ya no querÃa nada con ella. Ella sonrió y afirmó que serÃa su futuro novio en tres años. SonreÃ. Me sentà más lento de lo normal. Caminamos. Al despedirnos ella intentó besarme. Le dije no y le di un beso en la mejilla. TenÃa que demostrarle que asà me gustara podÃa decirle no a sus labios de helado de chocolate derretido. Ella me abrazó. Me dijo adiós. Le dije que la querÃa mucho. Ella me dijo también. Pero sabÃamos que ninguno iba a buscar el otro. Que la oportunidad habÃa pasado de largo.
4 coment�rios:
...muy bueno, es decir, muy ...bueno. Escribir es vivir el doble.
de largo, como los trenes que estan a punto de fundirse en el instante.
Me encanto el escrito.
Asumir un adios es siempre, causa de una inmensa tristeza y de un interminable pensar...
Te sigo!
Me gustaria muchisimo que pases por mi espacio y hojees mis letras!
Besos!
¿Cómo aceptar que las oportunidades pasan de largo?
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