La lección


En los últimos meses ha tratado de respirar bien para no ofuscarse y perder el control ante los hechos. Para dormir adquirió la costumbre de hacer una serie de ejercicios que le den la fuerza para dormir bien y no cansarse tanto al día siguiente. Luego, rezar un padre nuestro y encender una vela para ofrecerle una luz a las victimas de la violencia. Sabe que Colombia se desangra mientras él trabaja leyendo cuentos infantiles en una institución para niños menores de cinco años. Incluso, hay semanas en que ignora en que país vive y no se siente mal por lo que a diario acontece y se ve en los noticieros. La historia del país es la misma hace décadas. Los mismos hechos que eran titulares en los periódicos hace veinte años son los mismos de hoy. Claro, exceptuando la desintegración social y los desastres ambientales que ahora son más atroces.

Esa mañana leyó en los titulares del periódico una noticia que le dio escalofrío. Hablaban de las más de dos mil ochocientas fosas que han encontrado a causa de las muertes seriales ocasionadas por el paramilitarismo. Pasa las hojas del periódico e intenta olvidar aquel acontecimiento que aún le carcome la conciencia. No puede ignorar, así quiera, que los paramilitares aún militan en el país.

En el jardín no puede ocultar su indignación y llora ante los niños. Les dice que les espera un país que prohíbe la libertad y la tolerancia. Los niños no lo escuchan porque son libres y deciden que es mejor jugar a lamentarse sin proponer una alternativa para enfrentar la situación. Él se para frente a los niños y alza la voz. Les ordena sentarse, hacer silencio y estar quietos sin razón alguna. Les enseña a aceptar el grito en ráfagas de impotencia.

3 coment�rios:

Unknown dijo...

Pensé que solamente me pasaba a mí (o bueno, a unos pocos que andamos en silencio y con miedo de decirlo en voz alta, guardando, claro, la esperanza de que no sea cierto) acá, en este país la tragedia es una foto pegada en la entrada de una casa que todos transitan y que al entrar miran y sonríen satisfechos de que nadie la haya quitado de su sitio, o en un caso extremo, velan porque nadie se la robe. Camilo acá te dejo un poema que recordé mientras leía tu texto.
........
PAÍS DE LLANTO

A este país de llanto nunca le he escrito nada
Quizá porque no sé decir del dolor,
De tantos niños muertos,
De tanta sangre olfateando sudor.

A este país de llanto nunca le he escrito nada
quizá porque no sé decir de angustias,
de tanto grito buscando asidero
en la misma hoguera
en que se retuercen verdades y cuerpos.
A este país de llanto nunca le he escrito nada

En este país de miedo
crece agazapada detrás de los muros la zozobra.
A este país de miedo nunca le escribí
Tal vez por no resbalar
en las hendijas de cada masacre,
por evitar que se amontonen las palabras
que sólo conocen la canción de guerra.

A este país de mierda nunca le escribí
para no hundirme en el fango de la desolación,
para no decir torturas,
para no velar la noche,
para no hacer preguntas con respuesta de fusil.

A este país que olvida
pertenecen los ropajes del más fino disfraz.
a este país donde sucumben los sueños
nunca le he escrito nada.
HECTOR HERNÁN ZAPATA

Como siempre, un abrazo.

Juan Camilo dijo...

Ese poema, ese poema... bueno, gracias por el poema y el comentario. El sin sabor de vivir en este país es cosa que con la edad empieza a tornarse de otro color, al menos, con otra mirada.

mx dijo...

sabé que no llorás solo.