La mujer cometa libertaria

Agosto fue el mes de las cometas. Estuvieron las cometas coleadoras, las desequilibradas, las que no se dejaron elevar por nadie. Estas cometas se parecen a aquellas mujeres escépticas, desconfiadas, que leen en el metro y arrugan el ceño si alguien las mira. Son las mujeres que pagan la cuenta y defienden con fervor el feminismo. Estuvieron las cometas pasivas, las manufacturadas, las que se elevaron a determinada altura y no pidieron pita porque no les interesaron las nubes. Estas cometas tienen la actitud de aquellas mujeres que sonríen todo el tiempo y en la cama permanecen quietas, esperando que les digan que hacer. También estuvieron las cometas libertarias, las que pidieron altura todo el tiempo y quisieron el viento más que la tierra. De estas cometas voy a hablar, porque son las que más se parecen a las mujeres que me gustan, aquellas libertarias que no se niegan al placer, a la necesidad de sentir.

El hombre que sostiene el carrete de una cometa libertaria debe buscar un lugar propicio, el viento adecuado, para maniobrar con el carrete y la pita. Ese primer ritual del vuelo es muy parecido al ritual del cortejo. Veamos: El hombre ve esa mujer libertaria que le interesa, medio bruja y coqueta, pregunta por ella. Espera el momento preciso para invitarla a un café. Entonces empieza a maniobrar con palabras gentiles para poder ser simpático y darle libertad a su lengua tan hábil en promesas.

La cometa libertaria se eleva y cuando tiene altura suficiente, sin razón alguna, se precipita al vacío. El fin es que el hombre se olvide del carrete, se preocupe por ella y recoja con agilidad un buen tramo de pita. Ocurre también, cuando la mujer libertaria hace creer al hombre que esta jugando el mismo juego, que, sin razón alguna, sufre una depresión sin referente y él se ve sin saber que hacer. Entonces, él se preocupa y le dice palabras lisonjeras.

Llega un momento en que la mujer libertaria posa su cabeza en el pecho del hombre y le cuenta sus secretos más ocultos. Es cuando ella es más del viento que de la tierra y sabe que él puede ser el compañero que entienda sin juzgarla su manía de culpar a todo el mundo de sus inseguridades.

Entonces sucede el momento más emocionante y crítico de elevar una cometa libertaria o establecer una relación con una mujer libertaria, es cuando se establece un nuevo diálogo y se aclara hasta que punto la firmeza es también dejar que la cometa libertaria se vaya con el viento. Lo mismo si la mujer libertaria necesita tiempo para hacer ciertas cosas, sus cosas. Porque lo más aconsejable es no impedir su vuelo, su necesidad de libertad. Debe primar, para todo hombre interesado en mujeres libertarias, que cada quien es libre de irse cuando lo sienta necesario.

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