La rebolusion
avita el hip hot
consiente.

Medeyin 2010
Muaaaaaaaaa
mua
muaaaaaaaaaaa
mua
muaaaaaaaaaaa
más cerca
mua
muaaaaaaaaaa


Porque se me rompen los dientes
de querer...
ya sabes...
reina de todas las distancias
muaaaaaaaa
mua
muaaaaaaa












Volví a escribirle a Y. porque no quería acertar que las cosas terminaran sin haber empezado. Claro que desde hace unas relaciones para acá esa ha sido la constante. Todo empieza sin empezar. Y. optó por la indiferencia y yo no hice nada para remediarlo. Me hice el fuerte. Me dije a mi mismo que no debía perseguir mujeres como si se fueran a extinguir. Así que dejé de escribirle. Pero, la vi sentada en una cafetería, con su delgadez, sus hombros descubiertos, sus gafas de lentes gruesos, sus ojos distantes y saltarines. Me senté frente a ella para que supiera que como ella yo también podía ignorar. A los veinte minutos le escribí un versito y se lo entregué. Y. sonrió y ya, no más, fin de la historia. No logré que Y. se abalanzara sobre mí y me dijera que por mis líneas sería mía para siempre y nos iríamos a vivir juntos. Maldije su nombre con un trago de cerveza y una calada de cigarrillo. Con Y. las cosas van para ningún lado. La siento lejos. Está lejos. Mierda. Lejos. Tanto que ni los versos de los grandes poetas que leo la tocan.

Creo que algo está mal en mí respecto al amor. No quiero admitir, pero como que mendigo amor. Quiero que me den caricias, besos, palabras, abrazos, entrepiernas, entradas y salidas en la madrugada después de unas copas de vino. Como que no aprendo a estar solo. Esa tarde me encontré con O. y la besé sin que me gustara. Le dije que metiera una de sus manos al bolsillo del jean para que sintiera mi gran pluma de tinta espesa y húmeda. No me arrepentí. La verdad fue delicioso, aunque para muchos sea un suceso enfermo y triste. Bueno O., lo que más me gustó fue ver tus gestos que no sabían como acomodarse a tu rostro. Luego llamé a S. y le escribí a B. No me sorprendió que S. me dijera infantil y me colgara. Pero lo que le escribí a B. lo reproduje y se lo envié a C., M., A., y N. Como ninguna se reportó le dije a la luna que si quería que durmiéramos juntos y la luna me mostró su lado oscuro. Entonces me dormí solo. Desesperado y solo. Triste y solo. Borracho y solo. Entendí que necesito estar solo. Cuando ya iba a cerrar los ojos apareció de la nada una mujer vestida de negro y con tez blanca. Una mujer en extremo delgada y con el rostro cubierto con un velo. Me asusté y le dije que no la necesitaba, que me llamara para asignarle una cita. La mujer sonrió y dio varias volteretas, como la mujer maravilla y se sumergió en la tierra como un taladro. Pero las baldosas estaban intactas.
Para vencer, ceder.
Capitulo 1
El Hombre estaba apoyado en la baranda de la cama intentando no pensar en que tenía hambre. Miraba el techo casi sin parpadear mientras apretaba a su panza una biblia de pasta dura. Llevaba horas esperando a La Vida y empezaba a desesperarse. Así que abrió las manos representando una cruz (la biblia cayó al suelo) y gritó: “tengo sed”.

Miércoles
Miércoles mató a su abuelo justo el día en que despertó de su estado de coma. Al abrir los ojos lo primero que hizo fue buscar un espejo. Se miró y no se reconocía a sí mismo. Le parecían extrañas las alas que le habían salido en la espalda, abajo de los omoplatos. Intentó moverlas y el movimiento le produjo un ardor que le aguo los ojos. En ese instante abrieron la puerta, era su abuelo. Miércoles abrió las alas y le clavó los dedos índices en los ojos. El viejo produjo un ronquido seco. Luego, Miércoles introdujo la mano derecha en el pecho de su abuelo y extrajo el corazón. Agitó las alas y salió por la ventana.

Capitulo 2
La Vida se sentaba en los parques a observar la fila india de hormigas que cruzaba el césped. Con una ramita seca extraía una hormiguita y la dejaba caer en un charco. Cuando la hormiguita intentaba escapar La Vida la hundía una y otra vez . Luego, La Vida de un sobresalto, sin importarle la coordinación de sus movimientos, su hombro derecho más caído que el izquierdo, atravesaba el parque hasta llegar a su casa. Subía a su habitación y mordía un muñeco de yeso colgado que El Hombre le había construido hace años.

El Hombre
El Hombre bajó las manos y caminó hasta la ventana. Frente había otra ventana en la vio el forcejeo de dos personas. Se estregó los ojos para enfocar bien y vio como los cristales se rompieron en pedazos en el pavimento. A la vez vio un individuo con alas elevándose en el aire. Todo fue tan rápido que cuando volvió a parpadear solo quedaba la ventana con el vidrio roto.


Capitulo 2.5
La Vida cruzó, casi sin darse cuenta, el espacio que había entre dos vehículos en movimiento. Uno de los vehículos frenó en seco. Al otro lado de la calle La Vida se detuvo y vio trozos de vidrio en el pavimento. ¡Sorpresa! entre el vidrio y la tierra había un pedazo de carne dando brinquitos. La Vida continúo su camino a casa sin detenerse.

Capitulo 3
Miércoles atravesó el cristal de la ventana con el corazón de su abuelo entre las manos. No había dado diez aletazos cuando sintió un escalofrío en el cuello. Para no perder el equilibrio dejó caer el corazón. Miércoles vio una niña que lo miraba y se intimidó con las sombras que la rodeaban. Sombras de distintos tamaños. Sombras que lo amenazaban. Sombras que parecían buscarlo.


Muerte
Muerte tenía la orden de matar a La Vida, El Hombre y Miércoles. Su plan consistía en alterar el curso de los hechos. Necesitaba que los tres seres se reunieran en un mismo lugar. Así que hizo sentir culpa a La Vida y ésta huyó camino a su casa, la misma de El Hombre. Miércoles vería las sombras que rodeaban a La Vida y se intimidaría, pero, volvería a buscarla.

Capitulo 4
La Vida vio a El Hombre si camisa frente a la ventana. Sin saludarlo continúo a su cuarto. Mordió un muñeco de yeso durante quince minutos. Cuando se tranquilizó bajó unas escalas en caracol. Sus pasos discontinuos retumbaban en los maderos. La Vida llegó a la sala y caminó hacia El Hombre, su padre. Tomó la mano de El Hombre y lo condujo hasta la mesa. Cenaron en silencio. El arroz se mezclaba con los granos de alverja en la boca.

Muerte 5 capitulo
Muerte se recogió el cabello. Caminó como una mujer madura, sin esperanza en los ojos. Subió el edificio. Introdujo las llaves en la cerradura y abrió la puerta. Muerte entró y se sentó en la mesa. En la mesa había tres platos con arroz, alverjas, tajadas de maduro y pollo. Muerte no determinó La Vida ni a El Hombre. En silencio mordió una tajada. Tocaron a la puerta. El Hombre giró la chapa y Miércoles tomó la boca de El Hombre y la abrió de tal manera que se introdujo por ella. El Hombre-Miércoles volvió a sentarse en la mesa. Muerte sintió la energía de Miércoles dentro de El Hombre y se abalanzó sobre él. Como aves de rapiña levitaron hasta el techo. Pelearon. Las lámparas rebotaban. Muerte y El Hombre-Miércoles intentaban devorarse. Lucharon hasta que la luz los envolvió en un enorme manto aural que los cubrió y los hizo incoloros, fantasmagóricos, ecos de burbuja de jabón.

Capitulo 6
Los cuerpos de El Hombre-Miércoles y Muerte se convirtieron en luz. La Vida estuvo mirando la luz con sus ojos inexpresivos. Aunque estaba aterrada no se movió del comedor. Mientras, nosotras vimos a La Vida sentada, inmóvil, sin reaccionar. Entonces salimos de nuestro escondite atraídas por la luz. Pero justo cuando nos dirigíamos al techo La Vida nos distrajo. Empezó a dar gritos y a quitarse la ropa. Abrió las piernas y con la mano derecha humedeció su sexo. En ese momento dejó de gritar y cerró los ojos mientras se mordía los labios. De entre las piernas una abertura con una luz violeta mucho más suculenta que la propia luz. Entramos y nos encontramos con su hijo, el que ahora cuidamos con esmero.
Tiene 27 años y es un poeta aficionado. Desde los diecisiete intenta escribir metáforas, pero sin nada relevante que lo inmortalice. Muchas veces se ha enamorado y unas cuantas ha sido correspondido. Claro que ahora contempla las mujeres sin ver ninguna en específico. Últimamente es un cazador que no sabe utilizar la lanza. Dizque porque no quiere alejarse de la belleza. Por eso, no deja que la belleza lo entristezca porque no puede tocar a la mujer que ve ni alzarle la falda, recitarle un versito húmedo y esas cosas que tanto imaginan los poetas inéditos, que a nadie importa y que se suele creer tienen pelotas de plástico. Lo único que sabe es que morirá un día. Por ello, la fecha es un artificio de la memoria y se recuerda los hechos más que la cifra en que ocurrieron. Por ejemplo, un veinte de octubre será veinte de octubre en el año 3000, a no ser que a los días les pongan ruedas en el futuro y para nombrarlos se necesite perseguirlos con ataúd.

Ella estaba frente a mí hablando, con el envase de la cerveza en la mano. Sus gestos me eran deseables, sus senos deseables, sus piernas deseables, sus muñecas deseables… Era un regalo de la estética, parecía una reproducción del cuadro La Rochelle del pintor William Adolphe Bouguereau (Francia, 1825-1905). Claro, la modelo que yo veía estaba con ropa y no tenía el mar de fondo. De tanto verla en tanto en tanto la necesité cerquita, calientita para besarla toda la noche y decirle mía hasta el amanecer. Pero de tanto verla, de tanto pensarla, de tanto tanto tantotanto imaginarla en mi lecho se me hizo necesaria.

- ¡Qué haces!, dijo ella
- Sospechaba que ibas a huir del beso.
- Entonces no lo hubieras intentado y nos hubiéramos evitado el mal rato.

Sonreí. Con más determinación me conduje de nuevo a sus labios. Esta vez me dejó sentir la humedad de sus besos. Pero algo había sucedido. Ya no la veía tan maravillosa. De su rostro destilaba una gota de piel como si le faltara todavía un último detalle, una pincelada final. Y de súbito llevó la mano a la mejilla. Se incorporó. Caminó hasta el extremo del parque. Cruzó la calle y abordó el Circular ruta 301. Frente a mí quedó una mancha grisácea que olía a sexo húmedo, a cruasán, a bostezo de bebé y a empanada de mil con guacamole.

Algún día los textos como hormigas treparán por las paredes con ideas tres veces mayores que su peso.  En fila india ascenderán a los árboles y hurtaran de la intimidad del verde, del centro del oxigeno, algunas líneas  de Stevenson o versos de Pound. Entonces, cuando eso suceda, el mercado del papel y el carboncillo se irá a pique, al igual que las futilidades del erudito que sacrifica el instante por las normas áridas de la escritura que se envenena de amor frígido.  Lo más seguro, ocurrirá que serán llamados genios aquellos que no escriban.
Si todo por estos días da lo mismo: la Universidad cada vez tiende más a la privatización, la indiferencia es el nuevo gobernante de los colombianos, la muerte es el rating en los noticieros, la vergüenza denigra la política…nada nos satisface, entonces, da lo mismo estar alegre. Porque el que se atreve a sonreír se atreve a creer. Y los niños creen al 120% cada día. Si, estas creaturas de orejas grandes, voces alteradas por gas helio, discursos impecables de lo indecible, manitas de ratón gigante, dientes inestables y amarillos, piernas torpes… me enseñaron reír todos los días. Porque si la vida es un acto de fé ellos son los monjes que enseñan el cómo creer. Pero, reconciliarse con la infancia puede ser aterrador. Porque al volver a la época en que no existen los rencores se vuelve a necesitar de un guía, de un soporte que brinde seguridad y pautas en el camino. La independencia entonces es una niña recostada en la cama, con pijama de boleros, esperando a que le narren un cuento para conciliar el sueño.

El edificio del frente, justo a doce metros de la oficina, una mujer lee en ropa interior. Con una mano recorre el borde del corpiño hasta encontrar el pezón y ensalivarlo.