Hola, que bueno saludarte. No te había escrito porque se me hubiera olvidado o lo postergara. Todo lo contrario. Me explico mejor: mis ganas de vos me impedían que te escribiera a diario. Ocurre que cuando un ser me interesa me dan unas ganas repentinas de estar conmigo. Entonces hago de ese ser, en este caso tú, un pensamiento en voz alta y me aíslo un poco de todo. No pienso en nada ni en ti cuando me dispongo a estar conmigo. Entro en un estado meditativo y puedo sentir cosas. Por ejemplo, mientras escribo, percibo que entre las palabras corre un arroyo pequeño. Allí susurra el agua y se ve una que otra mariposa pasar entre las flores. El viento mueve las ramas de los árboles y los pájaros cantan. Nada falta ni yo falto. Cada cosa es la cosa indicada porque el azar es un viejo mago que conoce todos los trucos y los giros. Nunca falla. Es cuando uno se da cuenta que puede ser suficiente porque cada individuo es como una selva de palabras por descubrir. Lo interesante es que tiene a disposición varios mapas de  tesoros escondidos...               Entonces pienso en ti y sonrío y te guiño un ojo y te vuelvo a mirar para que te des cuenta de que soy el que te miro y…                   Bueno…como un gatito pequeño juego con un posible y lo desenvuelvo en la sala y lo rasgo y luego, me quedo dormido... En fin, querida, espero verte pronto y que la gracia te abrigue siempre.

A continuación un cuento a dos manos. Uno de los autores es Cristián Cadavid Palacios, actor y docente. El otro soy yo, el responsable de este blog. El ejercicio consistió en crear situaciones que el otro debía resolver. Espero lo disfruten tanto como nosotros. 

Él le susurró al oído: “Desaparece”. Ella lo miró y le contestó: “¡Cristián tengo el deseo como un niño chiquito jugando con un burbujero!”. Al instante soltó una carcajada mientras él continuaba con las burbujas y veía como subían y luego explotaban. La magia consistía en que la burbuja se sostuviera en el aire como una ilusión, como una caricia. 

Ella estiró una de sus garras y estalló una a una las burbujitas que él había fabricado en un afán de poeta niño. Él se sorprendió porque no contaba con ese imprevisto. Así que sacó de su bolsillo una bolsita de papel café y metió la mano. En ese momento salió de la bolsita un pájaro azul, más conocido como azulejo.

El azulejo se abalanzó sobre la dama de garras y le robó un beso azulado. Ella se asustó y vio como el pajarito dio algunos aleteos en el aire sosteniéndose unos segundos. Luego explotó como una burbujita. 

El hombre guardó en el bolsillo del pantalón su bolsita café. Tomó el burbujero e hizo unas burbujitas. Se montó en una de ellas y se dejó arrastrar por el viento. Pero antes de irse escuchó la voz de ella que decía: “¡Cristián tengo el deseo como un azulejo o una burbujita alada! Él sintió un frío en la espalda y la piel se le puso como piel de gallina. Entonces, de la bolsita café sacó una máquina de afeitar y se rasuró las piernas. Luego, como si no hubiera escuchado nada, volvió a recostarse en su burbuja. En ese instante sintió un olor a jabón desinfectante y levantó la cabeza. No podía creer lo que veía. Ella tenía los brazos abiertos y en su vientre, a tres pulgadas del ombligo, se divisaba el alba. Fue cuando observó que sus vellitos flotaban como azulejos alrededor de ella. 

Y burbuja con burbuja terminaron de darse un baño en aquella bañera parlante que relataba historias. Mientras, el agua recorría sus cuerpos sumergiéndolos en un eterno mar de palabras ahogadas. Colorín colorado, este cuento es una burbuja que ha explotado

Llevo varios sueños mirándola. Estoy seguro de que es ella la mujer que amo así no pertenezca a su mundo. Cada vez me duele menos no tocar su cuerpo, pues mis manos atraviesan su piel como una ilusión. No sé si me sienta. Pero cada que ella concilia el sueño yo despierto del mío. Al parecer lo nuestro es un imposible, como suelen ser los grandes amores. Lo sé porque desde que lo sueño acudo entusiasta a la cama. No sé si sea una fantasía o me esté enloqueciendo. Pero desde que lo siento, cada que me despierto, mi piel electrizada me genera múltiples escalofríos como si él me hubiera tocado toda la noche.

¿Cuál es la vela que se enciende cuando llega la amada?
¿Qué es aquello, que sin irse, se extraña? 
¿De dónde proviene esa ansiedad adictiva que, 
por momentos, encara la soledad y la derrota? 
¿Qué es eso que te hace respirar frenéticamente 
y te hace ver de nuevo los colores? 
¿Qué instinto se despierta 
y hace posibles como avioncitos de papel ante la tormenta? 
¿Quién te habita cuando amas? 
¿Qué ser extraño, maniático, móvil, 
soñador gobierna sobre tus impulsos 
y te hace, por milésima vez, creer de nuevo? 
¿Qué buscas? ¿Qué cosa? ¿Qué sustancia?
 ¿Qué es lo que hay que aprender? 
¿Cuántas velas hay que encender? 
¿Cuántos cuerpos desnudos hay que fundir al ocaso y los suspiros? 
¿Qué eres? ¿Qué anhelas? 
y… ¿Por qué dura tan poco el amor? 
... y sin embargo, parece inagotable.

Yo, soledad con hombre a bordo, saludo el sol con el corazón del niño que todavía soy y sonríe. Agradezco al universo por el viento que mueve todas las cosas y lleva mis propósitos a buen norte. 

Agradezco por la poesía, mi oración del instante que me permite sentir la esencia de Dios efervesciendo en el pecho. 

Agradezco por mi madre porque en su vientre formé la sensibilidad para celebrar la sutileza que hace bellos los detalles. 

Agradezco por mi padre quien puso el obstáculo y la ausencia para que yo aprendiera a ser humilde y aceptara la responsabilidad de ser mi propio padre. 

Agradezco por la vida, la prosperidad material y espiritual porque tengo el derecho cósmico de realizarme, de ser e integrarme a la unidad y la armonía absoluta. 

Agradezco por ser hijo de estas tierras, de estas montañas que me dicen todo el tiempo que no hay que olvidarse de mirar el cielo. 

Agradezco por el amor porque a fuerza de raspones en el alma he llorado como un condenado, pero también, a fuerza de esas caídas me vi obligado a encender la vela que hay en el corazón para calentar el deseo y hacerme uno con el instinto. Así, no amar a trecientas a la vez sino a trecientas en una. 

Agradezco por caminar este sueño de flores y fragancias, por creer en mí mismo, por poder acostarme en una hamaca a escribir, leer y mirar las nubes sin preocupación alguna.

- Necesito un favor. 
- Dime Florentino, en que te puedo ayudar. 
- Bueno, lo que pasa es que me voy a ver con la abogada para hablar lo de la herencia. 
- Ahhh… si y cómo puedo ayudarte. 
- Pues… hermano, prestándome una camisa y un pantalón, es solo por una hora. 
- Está bien, te presto un traje especial, con el que me casé con Ofelia. 
- Ehhh… pero… ehhh… bueno… lo cuidaré como un tesoro. 

 Salí de la casa de Carlos bien organizado y cuidándome de la humedad o el polvo que pudiera adherirse al traje. Llegué a la cita y todo salió bien. La abogada, una mujer regordeta y aseñorada, medio coqueta, me dio la nueva de que había recibido de mi padre, del que no sabía nada desde mi adolescencia, una casa. Para recibirla debía firmar unos papeles y presentarme en juzgados… Toda esa parafernalia. Durante el encuentro me tomé un vaso de leche y éste me revolvió el estómago. Pero, después de dos retorcijones desapareció el malestar. Camino a casa de Carlos, contento por la buena nueva, salté y le di gracias al universo por el primer regalo importante que me hacía. Justo en ese momento, sentí un gas y le di libre salida, pues eso no representaba un problema para el traje, pues no había escuchado de ningún olor que manchara. Además, como estaba de tan buen ánimo… Justo en ese momento sentí un escalofrió en la columna vertebral al descubrir que el pantalón en dril café claro tenía una mancha que debía remediar urgentemente.

El tiempo agrieta el cuerpo y gota a gota el amor se cae de la carne. No alcanza el abismo para aplacar la herida abierta desde antes de la palabra.
"El amor es la poesía de los sentidos" Honoré de Balzac.


Hace unos meses estaba navegando por los caminos misteriosos que pautan los blogger y me encontré con este blog: Algo más que palabras que tenía esa hermosa frase de Balzac. Esa frase me sedujo. Desde entonces lo frecuento y por lo que he leído puedo atreverme a decir que su autora: María, es un personaje silencioso, discreto, cosa que aprecio mucho porque sus textos sugieren más de lo que cuentan. Es por ello, que entre sus líneas se percibe cierta timidez, como la de una muchacha que se ruboriza con un abrazo, pero que con una mirada dice más de lo que uno puede imaginar. Es esa timidez la que hace sus versos valiosos, precisamente por lo que callan. Pareciera que dentro de cada uno de sus poemas hubiera otro poema,  algo más que palabras. 

María también cuenta con el blog: Mi pluma de cristal, que creó hace cinco años y reflexiona sobre sobre su vida, su país y eventos que la conmueven. Pero el blog que reseño es el de Algo más que palabras porque allí insinúa sus sentimientos y emociones como un viento que sopla y eriza la piel. Además, en este blog ella cuenta con una modalidad maravillosa que es la de invitar a algún bloguero para que comparta con ella uno de sus textos. En esta ocasión, este humilde servidor, el chico que se entretiene mirando el cielo para no caerse de la tierra, es el invitado. Por eso, de corazón, le doy las gracias a María e invito a los lectores a que le den una ojeadita a su espacio. Encontraran una mujer a lo largo y ancho de sus textos, pero sensualmente oculta.

De un momento a otro entendí que nunca había sido importante para Sandra. Para ella era fácil evadirme porque no sentía nada por mí. Cosa que me destrozaba porque conservaba la remota esperanza de poder estar cerca de ella. Su negativa me dolía, pero a la vez, como si el desprecio no fuera suficiente, me entusiasmaba a seguir imaginando cómo poder acercarme. Por eso, en las tardes, después de las clases, me inventaba escusas para pasar por su casa. Visitaba a compañeros que no me caían bien o invitaba a algún amigo a dar una vuelta en bici… solo para verla. Soñaba con que ella me esperara y me dijera que si quería ser mi novia. 

Empecé hacer cosas peligrosas, como piques en la bici, con el fin de llamar la atención. Pero nada resultaba ante su indiferencia. Incluso casi nunca la veía. Hasta que cierta tarde estaba con su madre en el patio de su casa. La madre la cargaba entre sus piernas y con una peinilla le desenredaba el cabello. Sandra estaba envuelta en una toalla que dejaba descubiertos sus hombros. Cuando la vi sentí que esa era mi única oportunidad para que ella viera mis piques y se enamorara de mí. Así que respiré profundo y pedaleé de pie moviendo la bici al lado izquierdo y derecho de mi cuerpo. Esta pirueta era muy difícil y sobre todo en bajada. Eso no me importó porque estaba resulto a partirme un hueso si eso me ayudaba a conquistar a la mujer que no me dejaba dormir. Me concentré en la bici y en la pirueta que me disponía a realizar. Empecé a dar pedaleos sincronizados y mantuve un ritmo admirable, como un profesional, durante unos diez metros. Pero la danza perfecta se complicó cuando sentí las miradas de Sandra y su madre que intentaban decirme que me iba a matar. Lo que hice fue pedalear más rápido. En el instante en que iba alzar la bici para realizar el pique el pie se resbaló del pedal. Acto seguido, me fui de bruces y el tubo del marco de la bici quedó entre las piernas. Mis pies se arrastraron por el cascajo de la carretera hasta que me estrellé contra un barranco. El polvo que levanté y el estruendo del choque preocuparon a la madre de Sandra. Tanto que después de ayudarme a parar me dijo que la acompañara a su casa para limpiarme las heridas. Me dolían tanto los testículos que apenas tenía aire para respirar. Como pude le dije que eso no eran penas y me monté de nuevo en la bici dejando tras de mí un caminito de gotitas de sangre que caían de mis rodillas y codos. Cuando estuve lejos de la mirada de Sandra y su madre dejé salir las lágrimas y me senté en una piedra a masajear los testículos para continuar el camino a casa. 

Al llegar a casa mi madre me recibió con un jalón de orejas por haber dañado la ropa y mi padre me ignoró. Después de limpiarme las heridas me dirigí a mi cuarto a llorar porque más que los raspones en los codos y rodillas lo que me dolía era el corazón. 

Por esos días mis padres discutían frecuentemente y contemplaban la idea de separarse. Él trabajaba como profesor en una escuela rural y ella permanecía en casa cuidando de qué todo estuviera en orden. Durante el día las cosas parecían normales, pero en la noche, cuando se encontraban empezaban a discutir. Habían dejado de hablar hace meses y cuando se decían algo terminaban gritándose. La casa se había convertido en un infierno. Pero la que más alzaba la voz era mi madre. En el tercer día de mi recuperación, pues permanecía en casa porque las heridas se me infectaron y apenas podía moverme de la cama al baño, mi padre llegó a eso de medio día. Durante el almuerzo todos estuvimos callados. Pero de un momento a otro mi madre le hizo un reclamo y él respondió con un puñetazo en la mesa que tumbó varios platos. La madre se puso de pie y sin más ni más le lanzó una silla. Él la esquivó y vio estupefacto como la silla había destrozado los cristales de la ventana. Mi padre se levantó de la mesa y le dio un puñetazo en la cara. Luego, sentado sobre su vientre, siguió dándole puñetazos. En ese instante alcé una silla y se la partí en la espalda. Él gritó y con movimientos rápidos me encuelló. Sus manos en la garganta me estaban cortando el aire. Él me miró a los ojos unos segundos. Luego me soltó. Se dirigió al perchero y poniéndose la chaqueta se marchó para siempre. 

Tenía quince años cuando ocurrió la separación de mis padres y pensé que era lo mejor que nos había pasado. Pero, después lo comprendí, fue el episodio que más influiría en mis relaciones sentimentales. Debido a esa ruptura con mi masculino viviría muchas relaciones tormentosas. Claro, en ese momento uno no piensa en esas cosas. Incluso me gustaba la idea de que mi padre se hubiera ido porque podría estar más tranquilo en casa. No estaría su continua vigilancia en mis actos. Algo entre los dos había cambiado y nos había distanciado porque en los primeros años de mi vida él era otro. En las tardes, cuando llegaba del trabajo, me sentaba en sus piernas y me leía cuentos. En ese momento para mí era el hombre más grande del universo y deseaba que siempre me contara historias. Hasta que una vez lo vi dándole un beso a un hombre y me negué rotundamente a que me siguiera leyendo cuentos. Poco a poco él se alejó hasta el punto que nuestro trato se redujo a los saludos y los monosílabos. Desde entonces en casa cada uno era un mundo independiente, como si perteneciera a otra familia. Quizás las peleas de mis padres empezaron cuando mi madre se enteró de su homosexualidad. Eso, lo supongo, porque ninguno de los dos me explicó el por qué de la separación y cuando le pregunté a mi madre me contestó que el tiempo me lo diría. 

A partir de nuestro distanciamiento mi padre llegaba a casa y se encerraba en su estudio. Jamás volvió a invitarme a caminar o a jugar balón pie. Entre ambos se formó un muro que ninguno se atrevió cruzar. Cuando se sentaba en la mesa, durante los últimos meses, era como un fantasma. Él no fue el hombre ejemplar dispuesto a enseñarme a ser responsable y caballero. Él no me habló de las mujeres y cómo relacionarme con ellas. Su ausencia fue insondable y propició mi inestabilidad en las relaciones amorosas. En todas mis relaciones estaba condenado al hartazgo porque fundamentaba mi búsqueda en el sexo, cuando lo que necesita era amor. Estaba solo y triste. Tan solo como el que ve llover.


Una historia de amor y desventura que lleva a un hombre a tal punto de genialidad que se hace víctima de sus deseos. Mateo, el protagonista, se sumerge en la naturaleza femenina con el fin de develar un misterio que aún no se ha logrado descifrar. La única certeza que se tiene con la mujer respecto al amor es que cada día se es más analfabeto en el tema. 

Aunque a Mateo se le debe que occidente conociera el clítoris o kleitoris como epicentro del placer femenino. Este anatomista, uno de los médicos más destacados del Renacimiento y quién también descubrió la circulación en la sangre, afirmaba en su De re anatómica que este órgano era el origen del amor en las mujeres. Pero su descubrimiento no le sirvió para enamorar a Mona Sofía, su amor imposible.

A pesar de que lo intentó todo, por ejemplo, en unos de sus experimentos se echa en su miembro una sustancia que llevaba entre sus componentes extractos de la raíz de mandrágora, con el fin de crear una bebida sagrada que fuera irresistible a la voluntad femenina, pero que no descubriría él sino el perfumista francés Jean Baptiste Grenouille dos siglos después con la virginidad de varias muchachas. 

 El anatomista del Renacimiento se enamora perdidamente de una prostituta, quien no le corresponde. Por ello, una de las cosas que más atrae de la trama es la soledad de un personaje que se dedica a investigar la naturaleza femenina, como si fuera un Cupido errante condenado al corazón de una mujer.

Lamentablemente llegué a la hora en que las nudistas eran las putas de vieja guardia, las que le echaban agua a las cervezas y exhibían sus carnes abultadas. Si existe el infierno debe ser un burdel del centro de Medellín un sábado a las seis de la tarde.

No es un secreto que ahora la educación se está especializando en técnicas que forman mano de obra barata más que individuos reflexivos con vocación y amor por su trabajo. De ahí que “la educación es considerada cada vez más un bien individual, y la metáfora de la escuela se viene transformando de foro y espacio público a empresa: una empresa que busca ser competitiva en el mercado para vender sus productos, en vez de educación y cuidado” afirman Gunilla Dahiberg y Peter Moss en la introducción al libro Diálogo con Reggio Emilia escuchar, investigar, aprender de Carla Rinaldi.

De esta manera, la tendencia de la escuela es reducirse a un lugar de practicas técnicas, donde la capacidad de producir conocimientos e identidad es evaluada para rellenar huecos laborales, que la mayoría de las veces, surgen de la necesidad más que de la realización del propio ser de los alumnos.


El modelo educativo busca estandarizar la escuela en un sistema disciplinario para que funcione mecánicamente. Cuando “los individuos que se conforman y obedecen son sujetos peligrosos” afirman Dahlberg, Moss y Pence en Beyond Quakity in Early Childhood Education and Care. Postmodern Perspectives, refiriéndose a que, para construir una nueva sociedad, es indispensable pensar en sujetos capaces de reflexionar y actuar por si solos.

 No es de extrañarse ante las alarmantes cifras de trabajo forzoso en el mundo que demuestran la insatisfacción de millones de personas con sus trabajos. Según el informe de Estimaciones Globales de Trabajo Forzoso, elaborado por la Oficina Internacional del Trabajo (OIT), casi 21 millones de personas en el mundo están obligadas a trabajar contra su voluntad. Del número total de personas obligadas a trabajar contra su voluntad, el 26 por ciento (5,5 millones) son niños. Esto es preocupante e irá en aumento si se sigue implementado la educación para el empleo.

Una de las características de la educación en la actualidad es que sea integral y de esta forma incluir a la comunidad en los procesos formativos para brindar mejores posibilidades de convivencia para los niños del futuro. Pero, esto en Antioquia, cada vez es mas complicado porque la primera base educativa que parte del hogar es cada vez más disfuncional. Lo demuestra la última Encuesta Nacional de Demografía y Salud que señala, en el caso de Antioquia, que el 20% de las adolescentes (entre 15 y 19 años) ya es madre o está embarazada de su primer hijo. Cifra que alcanza a 1.036 niñas que se vuelven mamás cada año. Cuando estos embarazos, de acuerdo con la Ley 1098 de 2006, de mujeres entre 10 y 14 años, son considerados como un delito de abuso sexual, así las menores hayan consentido la relación. Pero, como siempre, no hay denuncias.

Son estos bebés, de estas niñas, los que llegan con más dificultades porque sus madres no están preparadas para educarlos, y mucho menos nuestro sistema educativo. Entonces, como no les queda otra posibilidad más que sobrevivir, porque nadie les enseña a pensar con criterio, se vuelven expertos en los chismes de la T.V., por lo que sabrán más de los nombres de los artistas famosos que de la historia del lugar donde están parados.

Son estos chicos, con mala dicción y ortografía, los que se las tendrán que ver con nuevos sistemas educativos, de verdad, devastadores. Por ejemplo, en Japón se está aprobando un revolucionario plan piloto llamado "Cambio Valiente", donde busca que sus niños se formen como los "Ciudadanos del mundo", no como japoneses. Y serán, sin duda, mejores antioqueños que los mismos antioqueños.

Estos ciudadanos del mundo a los 18 años hablarán 4 idiomas, conocerán 4 culturas, 4 alfabetos y 4 religiones. Serán expertos en uso de sus computadoras, leerán 52 libros cada año… y competirán con los antioqueños, para no ser muy pesimistas, los peones del futuro.


- Florentino ¿por qué ya no me quieres?



- Si te quiero, lo que pasa es que siento que debemos darnos un tiempo.


- No me parece justo.


- Es cierto, lo menos justo es la justicia.


- ¿Y te vas hoy?


- Si, es una decisión. Cuando uno decide algo es mejor ser consecuente. Es como si un rio se detuviera a mitad del camino cuando su cause echó a correr.


- Entonces… si ya te vas… me puedes dar un beso


- No.


- Uno solo.


- No.


- Bueno, un abrazo y ya. Al menos para sentir tu cuerpo por ultima vez


- Bueno, uno y ya. Pues, ya sabes que la voluntad con el tacto es…


- Florentino, ¡ahí… Florentino!


- Si… esta bien… Pero mañana, ¡es en serio!, mañana me voy.

Lucrecia bebía desde que se despertaba hasta que anochecía y no encontraba como reanimarla. Intenté ingenuamente acercarme y consolarla. Ella me sonrío y puso el vaso de whisky sobre la mesa de noche, mientras buscaba en uno de los cajones su pipa con marihuana. Inhaló varias veces antes de ofrecerme. Fumé y sentí como el humo me quemaba la garganta obligándome a toser. Luego, por primera vez, observé que los movimientos de ella eran distintos a los míos. Por ejemplo, sus fosas nasales se abrían y cerraban más rápido, lo mismo sucedía con sus párpados. Veía que su cuerpo respiraba más ligero, por lo que sus senos subían y bajaban dejando en el aire un eco gelatinoso y torturante. Ella brincó al sentir mis manos en sus pechos y me lanzó el vaso con whisky. Afortunadamente me agaché y el vaso se estrelló contra la pared. En ese instante volví a sentir el ardor en el estómago y le grité “puta”. Ella buscó lo primero que encontró, una silla, y me le lanzó. Salí del apartamento maldiciéndola porque nada de lo que hiciera o dijera le importaba. Me había convertido en un ser insignificante cuando había sido antes su gran amor.

En la calle me tomé varias copas antes de ver en un auditorio a un grupo de jóvenes discutiendo sobre la libertad, la política y todas esas utopías por la que se sacrifican como becerros. Entre al recinto y sin importar en que iba la discusión alcé la mano para pedir la palabra. Estaba tan indignado con el mundo y mi historia que me importaba un rábano el ridículo:

El dolor de un hombre es el dolor de todos los hombres reprimidos por la violencia. Por eso debemos dejar de asumir el rol de victimas, de magdalenas, de residuos del estado. Debemos alzar la cabeza porque nos merecemos una vida digna en la que podemos opinar libremente. Pero que ha pasado, nos hemos hecho el pajazo mental de que aquí no ha pasado nada. Entonces asumimos el papel de indiferentes como si esto nos eximiera de toda responsabilidad. Cuando, y lo decía Albert Einstein ‘La vida es muy peligrosa. No por las personas que hacen el mal, sino por las que se sientan a ver lo que pasa.’ Por eso no hay que seguir de zombis ante las mujeres que rezan por sus hijos fallecidos, los campesinos desplazados de sus fincas obligados a pedir limosna en las ciudades, las mujeres violadas sin que nadie se haga responsable, los hombres picados a machetazos y enterrados en fosas comunes por el simple hecho de estar en desacuerdo. Mientras estas cosas pasan millones de personas se hacen los desentendidos como si esta no fuera su historia. Y con esta indiferencia apoyan cada uno de los actos vandálicos que quieren ignorar. Cuando este dolor es colectivo y cada uno debe cargarlo por el simple hecho de haber nacido en esta tierra corrupta y maldita. Al menos yo estoy decidido a soportar este dolor que me pesa desde hace siglos porque creo que si todos nos unimos podemos erradicar la mafia que nos corroe el corazón. Digo esto porque creo firmemente que ningún individuo nació para ser sometido, al menos en este tiempo. Por eso reclamo mi derecho de caminar sin temor a que una bala perdida me corte la respiración. Reclamo el derecho de vivir tranquilo y sentir que soy hijo de estas tierras al igual que mis padres y los padres de mis padres. Reclamo el valor de un pueblo para enfrentar todo acto injusto que nos coarte y oprima.


No esta de más decir que los actores de estas masacres, a comparación de la sociedad civil, son la minoría. Nosotros, si queremos, podemos ser un ejercito invencible porque representamos al pueblo, a la voz de la mayoría. Pero como nos hemos adormecido hemos permitido que sean los políticos los voceros de nuestras voces sin permitirnos interrogarlos. También les hemos creído ciegamente a los medios de comunicación cuando ellos son parte del plan macabro del gobierno. Somos ingenuos al creer que el discurso de un político pronunciado por la pantalla chica tiene las mismas bocas que la cantidad de televisores en nuestras casas. Esto es irrisorio porque somos un ejército de televidentes que podemos levantar nuestros traseros de las sillas para reclamar nuestros derechos. Pareciera que nos atemorizara un televisor, como si detrás de este artefacto existiera un terror mayor que solo venceremos con un milagro. De esta manera, y me duele decirlo, estamos condenados a morir de inutilidad que es peor que una lepra. Si todos nos unimos podremos vencer y asumir una posición responsable como pueblo. ¿Somos pueblo?, dije. -¡Si! Respondió el público enaltecido-. ¡Somos pueblo!”

Concluí mientras tomaba una botella de vino y salí a la calle. Todos los muchachos salieron detrás como si yo fuera un caudillo. Solo entonces me di cuenta de lo que había sucedido y me dio pavor tener que sostener mi discurso, así que empecé a correr para evitar toda responsabilidad. Los muchachos, que debían ser unos cuarenta, me seguían con las manos alzadas implorando que los esperara. Me sentía enfermo y no soportaba tener que dar explicaciones de mis actos, sobre todo a desconocidos. Pensé que cuando los muchachos me confrontaran se darían cuenta de que era un ser débil, con severos problemas emocionales y se burlarían del viejo patético que soy. Y creo que a estas alturas no soportaría ser objeto de burla. Con una edad avanzada la burla puede herirle a uno profundamente el ego y pararse de ese golpe sería muy complicado. Mejor sería poner la mejilla a un bofetón a permitir que unos mocosos se burlen de uno. Con la burla algo del hombre muere y algo maligno empieza a germinar: Un rencor hacia el mundo lo domina hasta el punto de convertirse en un asesino. Por ello, corrí lo más que pude hasta que me subí a un taxi y me escapé.













Aprovecho ahora que estamos aquí sentados, en esta mañana fría, con estas dos tazas de café para hacerte un pregunta. Si, dime. Resulta que hace unos días discutí fuerte con mi compañera hasta el punto de romper definitivamente; ya sabes como somos de débiles los hombres que solo acudimos al orgullo para defendernos, por eso había decidido marcharme al día siguiente. Si, y qué pasó luego. Bueno, ya lo imaginas, también te ha pasado, pues cada ruptura es un cambio interno del que uno cree no se va a reponer fácil, así que di vueltas en la cama hasta que en la madruga apareció ella y… Entiendo, se te pasó para el sofá. Si y estaba desnuda sobre mí y no pude resistirme a sus caricias... Perdona te interrumpo y si soy muy franco, pero creo te faltó carácter para decirle que no y ponerla en su lugar para que respetara tu decisión. No creo que sea así, tal vez, también puede que sea yo el que busque los problemas para… Como sea, me parece que tu mujer ha descubierto tu lado débil y como la mía, en su insondable misterio, entiende el no –tal vez en su acepción más acertada- como una invitación a hurgar bajo la bragueta.
El nombre y la imagen del personaje no han sido reveladas por petición de la fuente

No es un hombre atractivo aunque su actitud podría posar en un comercial con modelos varoniles y casi irreales. Pero, su rostro, más de anfibio, intimidante, no clasifica para avisos publicitarios.

Es un hombre, como los vaqueros de la vieja usanza, desafiante hasta con la muerte. Incluso, conociendo sus limitaciones físicas después del accidente automovilístico donde se fracturó la columna y quedó en silla de ruedas algunos meses, siente que nació para ser una estrella. Por eso, no acepta ser el extra de su propia película, el suplente del jugador que alguna vez por sus gambetas y goles fue ídolo.  

En su época dorada estuvo en Buenos Aires, en la Bombonera, en un partido entre San Lorenzo Vs River. Ese es uno de los recuerdos más preciados que lo atormenta en igual medida. El otro fue el encuentro con Maradona donde ambos se metieron varios pases de cocaína. Por ese entonces podía viajar en carros lujosos, con escoltas, intimar con mujeres protuberantes, consumir la droga que deseara… porque, según él “nació para no estar pintado en la pared”. Además, Faustino Asprilla, uno de los delanteros más talentosos y polémicos de la selección Colombia, había afirmado que ese muchacho iba camino a convertirse en el mejor delantero del país.  

Después de que le informaron que no podría volver a jugar, paradójicamente, el dinero desapareció igual que la mayoría de los amigos. Quedó solo arrastrándose en una silla de ruedas con la esperanza de volver a caminar.

Lo primero que hizo después de salir de la terapia fue jugar un partido amistoso. Pero su habilidad había desaparecido porque sus piernas no respondían, lo mismo que su gambeta. Al sentir que ya no podía volver a las canchas entró en depresión porque se sentía frustrado ya que se empeñaba en ser grande.  Fue cuando empuñó un revolver y se dedicó a otros trabajos con los que ha mandado a más de uno al otro mundo.

Ahora se ha convertido en  el recuerdo de un hombre que se opaca con los días y se rodea de amigos que lo admiran y lo invitan a beber hasta que el mareo y la nausea le dicen que no es un superhombre.



Las horas se enferman de muerte.

Bajo todos los rostros
las miradas manchadas de tristeza.

El gris es un ancho suspiro del paisaje.

Los sueños se caen de la cama
y las cucarachas los rondan.

Herido de amor
cierro los párpados.

En el pecho
  un animal negro
    remueve las viseras .


Rodolfo guarda la esperanza, aunque sabe que toda esperanza es como un cuchillo en la yugular, de que Lucia lo acompañe a su habitación y comparta con él el tesoro escondido en su mesa de noche: Una calcomanía del Chapulín Colorado, una edición de bolsillo de Memorias de Subsuelo de Fedor Dostoievski, la cabeza disecada de un mico que compró en un almacén de antigüedades en el centro, las tangas de una prima que lo excitó cuando chico, un autógrafo de una actriz porno, la boleta a un concierto de Joaquín Sabinas, el poema X del Guardador de Rebaños de Fernando Pessoa que escribió en una hoja amarillenta y un preservativo sin fecha de vencimiento.
Rodolfo la conoció un sábado o cualquier día, pues para él la fecha es un artificio de la memoria porque los hechos van más allá que una mención en el calendario. Por ejemplo, un tres de noviembre será un tres de noviembre en el 2012 y en el 3000. Lo importante no es el número de un día sino lo que ocurre ese día. Por ello un día resalta y es más importante que otros días cuando hay un valor agregado como un acontecimiento emocional. Pues, los otros días pasan como si uno no los viviera, como imágenes con rodillos que se alejan y alejan y se quedan en la nebulosa. En fin, era un sábado o un día cualquiera cuando Rodolfo la vio con el cabello suelto, sentada en un bar con una cerveza y un cigarrillo. Los ojos de Rodolfo alzaron los cabellos de Sofía haciéndole rulitos que brillaban en su imaginación. Para él aquel cabello era un manto para arroparse del frio que produce la soledad de chico introvertido que se desparrama en versos. Su mirada, chapola hipnotizada por el reflejo de la bombilla, se sumergió en el resplandor de la cabellera de Sofía y se encontró naufrago en una cascada azabache con caída libre en unos hombros trigueños, que son lo mismo que el abismo.
1

Rodolfo tiene 23 años y es un poeta frustrado. Toda su vida la ha dedicado a cosechar metáforas y lo único que ha logrado es un cultivo de infortunio. Pobre muchacho, nunca creyó que marzo, el mes que evoca a la mujer en todas sus presentaciones, lo llevara a pensar en una fémina así como se mira un arma o se pone una mano sobre una parrilla. Él nunca sospechó que enamorarse era vivir en angustia constante en una ficción inverosímil y cotidiana. Tan solo imaginarse un revolver de la altura de un conejo andando a cachazos descabezando a los desencantados es su única ilusión de poeta con pelotas de icopor.
Hago nada
Ningún amigo llama
No haré cosas asombrosas.


Mis días
hojas arrugadas de un prosista.
Tres amigas se encuentran después de varios años. Las tres tienen niños pero ninguna ama al padre que los engendró.

- Yo creo que a los hombres, cuando se lo merecen, hay que darles un bofetón. Dice C.

- Yo creo lo mismo. Pues el chico con el que andaba está enfermo. Como no quise nada con él y eso es decisivo, él se endiabló y se puso violento. Pero, cuando una no quiere nada con un hombre ya nada le despierta el deseo. Bueno, el caso es que este chico llegó a desesperarme tanto que una vez le tiré el mercado encima y le di puños como una loca. Confieso que descansé. Concluye L.

- Yo salí con un man que si estaba loco. Imagínese que una vez en el centro, sin motivo, empezó a armarle problema a otro chico que estaba sentado. El chico me decía que me lo llevara que estaba a tiempo. Pero nada, este man seguía insultándolo e invitándolo a pelear. Hasta que el chico sacó un cuchillo y nos persiguió tres cuadras. Cuando llegamos a la casa me lleve las manos a la cabeza y empecé a gritar: “¡Hijo de puta, hasta hoy sigo con vos! ¡Me voy! ¡Casi me haces morir de un infarto! Contaba F.

- Y qué sucedió luego, pregunta L.

- El man se queda mirándome como si yo fuera la loca y me dice que me calme, que lo estoy asustando, que mirara como temblaba Lulu, la perrita que le había regalado su madre. Me dio más piedra y de un manotazo cerré la puerta. Concluye F.

- Hiciste muy bien, pues yo al mío, y lo celebro, después de aguantármelo casi cinco años, le di su bofetón. La cara que puso. Es para morirse de risa. Como si le hubieran cambiado la compañera y él no se hubiera dado cuenta. Finaliza C.

- Creo que nos enredamos, quisimos ser mesiánicas y nos crucificaron. Yo admito que hubiera querido que mi nena hubiera sido hija de un hombre que admirara. Pero, a veces, veo unos gestos que hace la chiqui y me descentran. Dice L.

- Es cierto, pero también hay que aceptar que nadie nos obligó y hasta lo disfrutamos. Responde F.

- Pero eso no quiere decir que sean ellos los compañeros que deseamos para educar a nuestros hijos. Todos son unos miserables y tus experiencias F. no son las más afortunadas. Argumenta C.

Justo en ese instante se escucha el llanto de un bebé y las tres mujeres, como felinas, corren a socorrer el hambre de alguna de las tres creatura que sueña con caballos azules que cabalgan por los tejados.
Es de noche, nos hemos fumado un porro y quiero jugar con los ovarios de ella. Para que la cosa no sea muy evidente,  sigo siendo, a pesar de mi reputación, un viejo discreto y busco mi cuaderno de apuntes y le leo algo insinuante. Ella sonríe, se lleva la mano a la entre pierna y me dice:

- Florentino estas pasado de moda.

- Pero nena, si lo que quiero es compartir una rato contigo, nada más.

- Por eso mismo. Lo que no entiendes es que a los caballos viejos los reemplazan los caballos jóvenes, los que aún son briosos.

- Bueno, pero vení te leo un último texto.

Aprovecho un descuido de ella y llevo mi mano a sus piernas y ella me abraza pidiendo más caricias. En ese momento me retiro y le sonrío:

- Mis mañas son más inquietantes que los bríos. Nos vemos linda.

Me confunden los trámites. Hasta para llenar una boleta que dan en los supermercados por compras mayores de 20 mil pesos para la rifa de un televisor necesito que me ayuden. Lo único que hago por iniciativa propia es asustarme.

Soy experto en aburrirme, constante en la inconstancia. Por eso me cuesta cultivar afectos y me es imposible llamar a un amigo:

- ¡Hey! estoy solo y triste. ¡Qué tal si nos tomamos una cerveza o un café!

Pero no llamo. No puedo, aunque anhele hacerlo. Me gusta estar solo porque no soporto la idea de decirle al otro hermano solo cuando lo necesito. Cuando pido algo es porque sospecho que no me lo pueden regalar o solo por aparentar que soy descarado.

Últimamente que intento explicarme me siento más incoherente. Recurro más a la paradoja para estar conmigo. De ahí que Julio Cortazar afirme que las explicaciones son errores bien vestidos.

Por épocas dejo de frecuentar a los amigos porque no me soporto en ellos. Somos insoportablemente parecidos y por ello acudo a la distancia que es distinto que al olvido.

Después de mucho reflexionar sobre estos sentimientos he encontrado que se deben a que no estoy reconciliado con lo femenino. Y si mal no recuerdo, esta ruptura me ocurrió cuando tenía catorce años. En ese entonces se abrió esta herida que aún supura.

Una noche, si el proceso debido me acosté niño y al día siguiente desperté joven. De un momento a otro caí al abismo y le vi la cara al diablo.

La caída la proporcionó una prima. Gracias a la electricidad de su cuerpo olvidé mis muñecos de yupi, mis volquetitas de madera, mis llantas, mis paraísos perdidos, mis castillos de arroz, mis sueños de ciruela…

Ella me besó en la boca, puso su pezón en mis labios, me mordió la oreja, me incitó a que le enrollara su vello púbico y luego lo soltara como resorte.

Después de lo sucedido con la prima sentí en la mitad del pecho un vacío inexplicable. Con el paso del tiempo entendí que lo que me había sucedido en ese momento era que había perdido la inocencia. Lo peor de todo era que mi prima ocupaba todos mis pensamientos. Ella me había despertado todas las hormonas y todo para mí a partir de ese momento era follable: El aire, las matas de plátano, las revistas de cromos, las mortadelas, los caramelos del álbum de chocolatinas, las cáscaras de banano, las gallinas, tu tía y tu novia, todas las mujeres, el amor… eran follables y la prima retefollable.

El único problema era yo con mis cuatro pelos en el sobaco, mi voz de megáfono averiado y mi insinuación de bozo. Es decir, apenas tenía tarjeta de identidad para entrar en la prima y partirla en dos. Mientras su novio era mayor de edad y podía partirla en dos las veces que se le diera la gana. Eso ya era una diferencia abismal.

Con los días el deseo por la prima era más fuerte. El recuerdo de su desnudez de jugo de naranja raspándome el estómago, la vejiga, los riñones me daba escalofrío en la noche hasta que jodido de tanto pensarla me masturbé. Estaba boca bajo en cama y al moverme sentí algo bacano. Me volví a mover y más bacano. Mierda, la cosa de moverse sobre el colchón es bien bacana, me dije y pusssssssssss. ¡Mierda! Pensé que el pipi se me había dañado. ¡yo, el gran Florentino puedo quedarme mongólico! Estaba tan asustado que recé un padrenuestro, el primero sentido de verdad.

No sabía lo que me pasaba porque nunca estuve preparado para mí. Sabía que me había saltado un paso y por eso era que me contradecía una y otra vez. Por ejemplo, me decía no más colchón y volvía al cochón con más determinación hasta que descubrí la mano y con la mano me quedé. Me parecía fantástico que pudiera apretarla o soltarla un poco imponiendo mi propio ritmo.

Culpé a mamá por lo que me sucedía con las mujeres. La maldije porque ella no me dijo que el amor era un casco de limón untado de pimienta que te extrémese y te deja lleno de llagas y suspiros. Tampoco me advirtió que la mujer entra en uno como si uno fuera un cuarto y te desordena para luego irse.

Pobre mamá, ya no la culpo, apenas tuvo tiempo de ser ella para educarme. Madre te perdono por haberme dado la vida. Te perdono porque ahora soy yo quien debe aceptar que soy esta mancha de aire perdida en algún lugar del olvido. Madre te libro de todas mis culpas porque ahora voy, como siempre debió ser, sin desvíos, a la invisibilidad, a la inutilidad total.
No he escrito con frecuencia porque he estado viajando por Colombia en busca de la fuerza de mi tierra. Me he encontrado con seres mágicos que ningún libro podrá ilustrar mejor que la vida. Mìsticos campesinos que asumen la vida como un milagro en continuo movimiento. En la capital  me robé del centro Gabriel García Márquez  las cartas del I ching. Partí sin remordimiento para Santader donde conocí varios pueblos como Suita, San José de Suita, Olival, El Socorro, Oiba, San Gil, Curití, Cimitarra. Cada lugar tiene una historia que iré desenmarañando en otras entradas. El viaje acompañado de una mujer que es a fin con tu vibración hace que sea más ágil el camino. Con mi compañera la suerte fluye y sé qué es la chica con la que quiero viajar el tiempo que estemos juntos. Porque se necesita de lo femenino para que el viaje sea una enseñanza continua. Acompañado los maestros se sienten menos intimidados y te ayudan a ser un hombre práctico. Las fotografías van bajo la retina. Porque prefiero viajar que dejar de viajar por fotografiarme y decir que viajé. Voy lleno de montañas y voces bajo la piel.