Estaba entre un costal. Aullaba y las fuerzas se agotaban. De pronto lo movieron y al salir vi a una mujer que me habló con una voz menudita. Caminé con ella hasta una casa de tapia, grande. Ella me dio un plato de sopa de arroz y purina. Comà hasta vomitar tres veces la cantidad ingerida.
Con los dÃas empecé a explorar el lugar y a disfrutar de los olores que salÃan de la cocina. Me levantaba en dos patas mientras el estómago se revolvÃa.
Lo más divertido era salir de paseo. Con el collar nada en el mundo me importaba. Incluso cuando otros se me acercaban me dejaba oler sin mover el hocico. Muchos me gruñÃan porque yo no los olÃa. SentÃan que era superior al no interesarme por averiguar sus edades y posiciones sociales. Por ello, más de uno me dijo que algún dÃa me encontrarÃan solo. No les hice caso. Pues mi único interés era ella y su olor a menta y tierra húmeda.
En la mañana la esperaba en la puerta para saltar y ladrar y morderle los pies. Me gustaba robarle los calcetines y enterrarlos para olerlos y recordarla. Ella se enojaba cuando desaparecÃan y con un periódico doblado corrÃa tras de mà hasta que se cansaba. A las horas, me acercaba cabizbajo, moviendo la cola y ella volvÃa a hablarme menudito. Empezaba a saltar, a morderle las manos y pararme en dos patas.
En las mañanas ella salÃa y regresaba en la noche. En el dÃa me quedaba oliendo sus calcetines y aullando. Las horas sin ella eran insoportables. Por eso, una mañana, desesperado, la seguÃ. Pero a los pocos metros perdà su rastro de menta y tierra húmeda. Lo busqué por todas partes y nada. Aullé. Cuando quise retornar a casa apareció el sabueso y sus compinches. Agaché las orejas y metà la cola entre las patas. Se acercaron y me olieron el rabo. Uno de ellos, el más pequeño, me mordió la pata. Salté y otro me agarró del cuello. De nuevo el más pequeño me mordió la otra pata. Recordé el hambre y el miedo cuando estaba dentro del costal y la voz menudita de ella y como pude giré para zafarme de las mandÃbulas que me estaban dejando sin aire. Luego salté en dirección al sabueso. Él no se esperaba ese golpe. Me sujeté a él con todas mis fuerzas. Él saltaba y entre más se movÃa con más fuerza apretaba mis mandÃbulas en su cuello. De pronto el sabueso se quedó quieto y abrà la boca. Los otros se alejaron. El sabueso se incorporó y caminando de lado, se marchó. Intenté moverme pero estaba sin fuerzas. Demoré un rato restablecer la energÃa.
En la noche ella a verme gritó y empezó a limpiarme las heridas. Al dÃa siguiente se quedó conmigo. Al recuperarme volvà a salir y me encontré que la pandilla del sabueso se habÃa desintegrado. Pero esta vez, al olerme, en vez de gruñirme saltaron sin importarles que no les oliera el rabo. Desde entonces, cuando ella parte, durante el dÃa exploro la montaña en compañÃa de mis nuevos amigos.
En la noche ella a verme gritó y empezó a limpiarme las heridas. Al dÃa siguiente se quedó conmigo. Al recuperarme volvà a salir y me encontré que la pandilla del sabueso se habÃa desintegrado. Pero esta vez, al olerme, en vez de gruñirme saltaron sin importarles que no les oliera el rabo. Desde entonces, cuando ella parte, durante el dÃa exploro la montaña en compañÃa de mis nuevos amigos.
En la noche, retorno a casa. Echado en una roca alzo el hocico hasta sentir su olor a menta y tierra húmeda. Salto y ladro. Luego me paro en dos patas y la sigo.
6 coment�rios:
Relajante y grato el recorrido por sus letras.
un saludo
Antonio
Antonio
Gracias por sus palabras
Qué importante es que los demás te vean "normal", que esas diferencias fÃsicas o de cualquier otra Ãndole no sea un obstáculo para relacionarse vivir experiencias igual que los demás, asumiendo nuestras limitaciones, pero nunca sentirnos inferiores; es la única forma de que los demás nos vean capaces... en nuestras manos está, lo que perciben de nosotros es puramente el reflejo que emana de nuestro interior, Si nos queremos nos quieren. Por otro lado tener a alguien a nuestro lado que nos trata como uno más, da confianza para emprender el vuelo a pesar de las dificultades. Un abrazo.
Que tierno relato para demostrar que siempre hay alguien en el camino que te comprende aunque se sufra de algún defecto y demostrar a los demás que tu fuerza es grande para hacerse respetar.
Me ha encantado estar entre tus letras.
Gracias por tu visita y bonito comentario.
Un abrazo.
Qué bonito relato de fidelidad...
Adoro a los perros.
Un beso grande.
Lumi
Gracias por sus palabras, son recibidas con un abrazo
Elda
Bienvenida por estos lados.
Misterio
Gracias por su visita. Un abrazo
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