Desde pequeño Suspiro quería conocer el mar pero se sentía demasiado efímero para emprender el viaje. Imaginaba, cuando miraba el cielo que el mar era una colcha mal tendida sobre una cama o un soplo del gran suspiro que toca todas las cosas. A veces, por pensar en el mar llegaba tarde a su trabajo. Cupido lo había contratado para que alentara a ciertas parejas que a pesar de quererse carecían de la magia a la hora de besarse y un beso sin temblor de estómago o contracción del sistema respiratorio es solo un simulacro. 
Suspiro logró ahorrar el dinero suficiente para conocer el mar. Tomó un avión y llegó  hasta la costa caribeña colombiana. Cuando llegó a la playa sus ojos empezaron a llorar. Sintió por primera vez sus lágrimas. Algo dentro se derritió. Algo lo conmovió tanto que no se dio cuenta de que el mar tenía sus olas contraídas y los peces alborotados porque había encontrado un suspiro para las noches de luna llena. 



Vibrar con los árboles
Silbar con los grillos
Respirar con las ranas
Flotar como el alga
           como el pez
           como tronco
Sostener el asombro
como una luciérnaga
ante el cielo estrellado
Ser cuerpo en mí
Otro cuerpo
Este cuerpo
Cuerpo de mi necesidad de mí
Silencio del tacto
Voz apagada de la tierra


Uno se enamora del dolor
de la camiseta que huele a cerveza
del rincón de la cama que hace la ausencia
del poema que no entregaste porque lo escribiste con moscas
de la mujer que hizo del teléfono un puente de la zozobra al abrazo
de la mujer que detona bombas para espantarte el sueño
Luego
Estas solo
Y los habitantes que hay en ti
están de urgencias
heridos de amor
esperando a que amanezca.


Si una mañana cualquiera, al verme a tu lado, me desconoces, te pido por favor que no huyas porque no me responsabilizaría de mis actos.