DeclaraciĆ³n de amistad


Querido mĆ­o, apreciado por siempre, te escribo porque de vez en vez me gusta hacer una grieta en el silencio, como una especie de agujero, por donde digo tu nombre para abrigar en mi corazĆ³n el recuerdo que tengo de vos. Lo hago porque te considero una presencia importante y vital en la historia de mis ausencias, las mĆ­as, por supuesto.

SĆ© que con el transcurso de los dĆ­as son mĆ”s los lapsos de tiempo entre los encuentros. Esto porque cada dĆ­a tiene su propio afĆ”n y en ese movimiento ya no compartimos proyectos e intereses que nos sirvan de pretexto para una conversaciĆ³n o alguna cerveza. Es natural la distancia. Sucede en todos los Ć”mbitos. Incluso, es saludable.

AdemĆ”s, cada quien empieza a construir su mundo, al menos su idea, para buscar la estabilidad emocional, econĆ³mica y aĆŗn si se quiere, la espiritual. Para ello estudia, trabaja, consolida familia… Cada paso que da es necesario para satisfacer sus deseos mĆ”s profundos, casi siempre, el hallazgo de la mujer con la que se suspirarĆ” bajo las cobijas muchos aƱos.

Sin embargo, la vida en su sabidurĆ­a o paradoja nos otorga el beneficio de la amistad. Digo que nos otorga porque tambiĆ©n nos quita. Nos da los amigos y nos quita la soledad. Nos da la complicidad e intimidad y nos mengua la ausencia familiar. Nos da un cuarto en el corazĆ³n para hospedar el recuerdo del amigo y nos quita las coordenadas del encuentro. Nos da la fiebre del amor y nos quita a los amigos. Nos da la familia y matiza el amor y vuelven los amigos.

El amigo, cuando lo es de siempre, cada tanto aparece como un espejismo, como un sueƱo y asimismo se esfuma. Es un animal solitario que nos acompaƱa.

Hoy te escribo porque me da la gana de arrugar estĆ” lĆ­nea del tiempo que me tumba el cabello para evocar tu presencia. Brindo porque a pesar de los dĆ­as que creen entre nosotros como una selva espesa, siempre hay un sendero que me permite verte. Mientras pueda escribirte habrĆ” un puente. Brindo porque hace mucho ya sabĆ­amos de este silencio tan bello y tan melancĆ³lico. Silencio que muta cada tanto a nuevas promesas que al final se marchan para que aparezcan otras. Es decir, cuando un amigo se va aparecen otras personas. Al final, alguna de ellas te sorprende con alguna virtud. Entonces, es extraƱo, nunca estamos solos asĆ­ estemos en constante mutaciĆ³n, en continuos atajos a la soledad del hombre creador, el que en su cuarto busca esa vibraciĆ³n estelar que lo ayude a seguir.

Tal vez el tiempo con su pincel de punta diamantina nos dibuje en el rostro el gesto del olvido entre arrugas. Ese es su trabajo. Se acepta y se deja ir a todos aquellos que pasaron por nuestras vidas como un evento. Se sacude de la memoria la eventualidad que tanto nos gusta. Luego, el amigo que siempre retorna, cada vez otro, y mĆ”s cercano. Por eso, el trabajo de la amistad es el rencuentro porque es el Ćŗnico amor que no estĆ” subordinado a las fechas.

Te escribo, querido de siempre, para abrigarte con mi palabra y desear que el universo siga confabulando para que se te siga dando esa vibraciĆ³n estelar de hombre de creaciĆ³n en la intimidad de tu cuarto.

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