Casi siempre se encuentra un decálogo sobre cómo redactar un cuento, conquistar una mujer o descubrir una infidelidad... Se dan pautas, bajo el uno y el cero. Reflexionando sobre el diez se encuentra que diez son los dedos de las manos, diez son los mandamientos. Además, al diez se le atribuye el sentido de la totalidad. En fin, en esta ocasión se acude a las bondades del diez para intentar dar algunos dechados sobre el cuidado del agua, que debería ser tan importante como el proceso de paz o el impacto del dólar en la economía. Pues, sin agua, habría hambruna porque no se puede remojar los alimentos con saliva. Tampoco, respirar sin humedad en los pulmones. 

1. No juegues con el agua: El agua es un recurso insustituible, agotable y no nace en supermercados o almacenes de cadenas. Sin embargo, varias cosas de las que usas necesitan de agua. La bicicleta en la que paseas requirió por lo menos 1. 817 litros para el acero. La lámpara fluorescente que cuelga en la sala tiene solo 0,01 por ciento de su peso en mercurio y puede contaminar 30 mil litros. ¡Imagínate la contaminación de mercurio y cianuro en las fuentes hídricas con la extracción de oro! Esto no es un juego. 

2. No contamines: Lo que tires al suelo devela el nivel educativo que tienes. A mayor educación mayor cuidado del entorno. Por ejemplo, cuando tiras ácidos y disolventes por el inodoro o el drenaje envenenas el agua. 

3. Riega el jardín por la mañana y o en la noche: El horario influye porque con el calor se evapora el agua. Parte de tu alimento depende del agua que derrochas. Estima que para una porción de la lechuga que consumes se necesitan cerca de 23 litros y para una de carme vacuna más de 9 mil litros. 

4. Cierra la llave mientras te cepillas los dientes: Una modificación en tus hábitos puede cambiar al planeta. Pues, una canilla a diario que gotea pierde casi 1.900 litros de agua por mes, la suficiente para bañarte unas 100 veces.

5. No demores en la ducha: A veces, abres la llave y esperas que salga el agua caliente. Si es así, ten un balde cerca para recoger la fría y úsala en otras cosas. También, puedes cantar, vale un pito si eres desafinado, pero cierra la canilla. Si quieres reflexiona y ten presente que en promedio, si eres adulto, quienes cultivan lo que consumes, necesitan unos 24. 400 litros de agua.

6. Lava el carro o la moto con cubeta y no con manguera: Haz el esfuerzo en estregar. Solo imagina que el juego de llantas de tu vehículo requirió, como mínimo, 7.853 litros de agua. Gracias a toda esa agua puedes darte el paseo matutino. ¡Así que agradece cuidándola! 

7. Repara o reporta las fugas de agua: Repara las fugas de agua en tu casa e informa sobre cualquier fuga en la calle a la autoridad correspondiente. Recuerda que hay leyes para aquellos que no cuidan el agua o la contaminan. Por ejemplo, en Antioquia, un departamento hídrico, es alarmante la contaminación de ríos y quebradas gracias a la minería, las hidroeléctricas y la tala de árboles. Cuando la Ley 1333 dice: “Todo el que realice acciones que lesionen, deterioren, degraden, o destruyan el medio ambiente, deberá ser sancionado como lo fija la ley”.

8. Lava los trastes en una bandeja con agua y no con la llave abierta: Cuando dejas la canilla abierta al lavar los platos podes gastar hasta 120 litros cada vez. Con cinco lavadas con la canilla abierta se podría fabricar la edición de un diario que requiere alrededor de 568 litros de agua.

9. Aprovecha el agua de la pileta para lavar todos los alimentos y no los laves uno a uno: Incluso el trigo que consumes, aunque cueste creerlo, para la producción de una tonelada se necesitan mil toneladas de agua. 

10. Cuídate a conciencia y comparte este decálogo: Come, duerme, respira e hidrátate bien. Si estás sano puedes unirte al cuidado del agua. Recuerda que cuando estás deshidratado el desempeño físico se reduce en un 22 por ciento. Además, si tu cuerpo pierde de 3 a 5 por ciento de agua es posible que padezcas nauseas, mareos y dolores de cabeza. Incluso, alucinar y perder la conciencia.


El placer es fuego atizado por el viento.
Pienso en el pasado más cercano.
La última caricia
el último lecho donde hizo acrobacias 
                                       el corazón
y el deseo emerge como llama
antorcha 
impulso incontenible.
Entonces te veo.


“En la pira bautismal del corazón 
Te nombro para la muerte
Para no perder ya
Tu presencia.”
J.O.

Hay libros que uno deja en la memoria. La mayoría son de poesía. Esto, tal vez, porque la fugacidad del poema gusta más a la emoción. Por lo general, esos libros que nos acompañan en el trasteo o se visitan en la biblioteca son de autores muertos. Por algo, los buenos lectores recomiendan aquellos que han sobrevivido al tiempo. Y bueno, abuso de mi condición de mal lector para agregar a mi biblioteca de la memoria una obra de un autor vivo: Radiación y Silencio de Julián Ospina, ganador de Estímulos al Talento Creativo 2014.  

Me refiero a lo memorable porque de entrada es un libro hermoso, pequeño, fácil de cargar. Es de anotar que las ilustraciones de Alejandro Echandía son un poema visual. Parece que nada tienen que ver con el texto y a la vez son el texto mismo. 

Al abrirlo uno se encuentra con que es un libro que desacomoda porque el poeta escribe para sí y no para los demás. Esto permite que sus poemas sean íntimos. Cuando me refiero a íntimos acudo a la valentía de exponerse: “Solo en ti, amor, puedo odiarme.” Es intimidad que incomoda y desnuda. 

También fui testigo de su creación. Julián tenía sobre su escritorio un arrume de libros que leía a la vez. A parte había algunas hojas sueltas, sin ilación, bosquejos de poemas. Por ello, Radiación y Silencio agrupa los ejercicios de varias libretas de apuntes: “El garabateo de lápiz/ De lo que ha mucho tiempo/ Consideraste sentido…”. Es evidente la lectura y las correcciones. Un trabajo constante que permite que la inspiración aparezca como un hecho natural. 

Radiación y Silencio es un libro forjado con la espada de la práctica que supera la práctica. Es decir, llega a lo espontaneo, lo que surge de improvisto, sin forzarse, sin dirigirse. Por algo, el libro no se limita al canto de una musa o temas gastados como el amor, la muerte, la incertidumbre; u objetos decorativos y molestos como el cigarrillo, los bares… Más que musa, temas u objetos en el libro hay silencio “Voz de lejanía/ Sentido secreto de las constelaciones”. Es un silencio que aturde cuando aparece el tigre, la montaña despierta, el águila es mediodía, el poeta está ebrio de vacío y la luna llena es el azabache cráneo del búho.


"No permitir que se despinte el paisaje.
No abandonar a mi soledad entre la multitud.
No alejarme de aquellos libros gastados."
E.R.

El estilo es una manifestación del alma. No se sabe muy bien de dónde nace, a qué se debe, pero está ahí y lo define a uno. Eso más o menos pasa con la poesía de Edwin en su libro Poética del territorio, libro ganador al Talento Creativo 2014, publicado por Pulso & Letra Editores.

Su libro es un territorio donde el abismo y las montañas son paisaje: “Empuño la taza de café/ como quién levanta una espada”. Sin embargo, a mi modo de ver, lo abismal y la continua evocación de la angustia pareciera más un postulado estético del poeta que un sentir profundo. Pues, hay imágenes terribles y bellas que pocos quisieran encarnar: “Esta vida sosa/, ausente, lejos del cuerpo”. Y otras más que son un índice amplio de poetas fatalistas como Baudelaire, Rimbaud, Bukowski, Cesar Vallejo, Artaud, entre otros. Y de pronto, cuando uno está sumergido en la lluvia de sus tristezas aparece un resplandor que emociona: “Quiero hacer las paces con la vida. /Acepto al viento y las arañas”. 

Su peculiar forma de escribir, que uno podría definir como telegráfica, quien lo creyera, es su influencia en quienes lo hemos leído. Confieso que fue él quien me enamoró de la literatura. Tendría yo 17 años y estaba sin saber qué hacer con mi vida. Hasta que una tarde se apareció Edwin y me hizo una invitación. Fui a su casa y me sorprendí al ver en su cuarto una botella de vino tinto Santa Elena, en ese entonces conocida como La Casona. En la botella tenía el poema El alma del vino de Charles Baudelaire pegado en una hoja amarillenta. Ese día, la poesía, quedó en mi corazón como un trago de vino que se filtró en la sangre.

Una de las cosas que se rescata de su poesía es que es directa y pega en las tripas. Tal vez se deba a que el poeta no permite que la emoción esté por encima del poema: “Solo es posible hablar de amor/ en lenguas muertas”. Acude a la emoción con un sentimiento crítico, distante, cosa que le permite, en pocas palabras, manifestar su rebeldía, aullido, fatalismo. 

Un párrafo aparte para las ilustraciones de Omar Ruiz, quien compagina con sus trazos las intenciones de los versos. Sus imágenes permiten ahondar en la esencia del ensueño, esa otra realidad, medio gris, que aparece en Poética del Territorio, donde el lector, estoy seguro, no saldrá igual después de recorrerlas.





“La lluvia sabe escuchar la plegaria de las montañas.
En tiempos de sed
Oro con ellas”.
J.F.O.


Hace unos días Juan Felipe Ospina me obsequió su libro Constitución de los árboles y otros poemas humanos publicado por Sílaba Editores. Lo miré y agradecí al tiempo que me asusté porque la amistad está condicionada por la gratitud y el amor y desde ese punto de vista hasta los poemas cojos caminan bonito. Sin embargo, este libro, ganador de Estímulos al Talento Creativo 2015, me sorprendió por la sutiliza. Hay un viento vivo que sopla entre las páginas y dan ganas de respirar. Cosa pasada de moda en los poetas jóvenes que lo que buscan es romper la respiración. 

En estas breves páginas se ve un poeta que también es prosista. Tiene lo mejor de ambos géneros. En la prosa el escritor se hace bueno en los conectores, en las intercepciones de las ideas o frases y le cuesta esa escritura cortada, telegráfica, fugaz… que es habitual en la poesía. En este libro la escritura es a veces telegráfica, fugaz y cortada y también, apenas deja ver la terminación de un verso y el inicio de otro. Ejemplo, el poema Carbón y alas: “Esta palabra: /Pájaro,/ es en verdad un pájaro./ Viene desde el primer bosque hasta el carbón del lápiz y/ extiende al vuelo sus alas en el aire fósil del papel.”

Este libro, y es algo notorio, no es grotesco ni terrible o sentimental, cosa que buscan muchos escritores jóvenes en su afán desenfrenado de encontrar su voz. En él, la objetividad podría ser extrema, pero no lo es. Hay un lenguaje sutil y prosaico entre lo poético que no es desgarrado ni florido, más bien ascético, y deja ver la voz del autor sin que le dé al lector pautas morales sobre la vida. “Tengo un derrame de petróleo en las retinas”. Cuando se dice lenguaje ascético se refiere a la lucha solitaria del autor en la búsqueda de la palabra indicada, sin guiarla o someterla. Pues lo que busca es alumbrar ciertas zonas sombrías en el alma del poeta que es un bosque creado de su mundo psíquico y emocional dentro de un contexto vegetal, prosaico y sutil. 


Para este libro es vital ese postulado de que la prosa fluye cuando se tiene algo que contar. Acá se cuenta la poesía y crea un mundo posible. Por ello, lector, encontrará pájaros como razonamientos sencillos, naturales e insinuantes en esta constitución de árboles.