Andan, ahora más que nunca, preocupados por habitar la ciudad y sus múltiples distracciones para pasar en vela la noche. Se hacen viejos y no quieren asimilar que ya pasaron de moda. Sentados en la sala de la casa de uno de ellos se niegan a renunciar al ron, los cigarrillos, la música y la marihuana. Hablan sobre películas que han visto, sobre fiestas en las que cada vez se cansan más rápido, sobre mujeres en común que tergiversan y desvirtúan sin mesura, pero de las que no pueden alejarse. No les gusta admitir entre ellos que les gusta más estar ante ellos que entre ellas. Necesitan recordar, con menos agilidad, los días de corto circuito de cuando creían que podían hacerlo todo. Las mujeres de sus íntimos son como sus rivales. Parecen, a veces, señoras que toman aromática en una tarde de verano y hablan del prójimo con la morbosidad placentera que sienten los tristes sin época.

Borrachos marchan, cada uno, a su casa. Ya trabajan, leen menos, escriben con formulas y estructuras predeterminadas y buscan un rincón para fugarse definitivamente a ninguna parte
Desde hace algunos meses, con el rompimiento de su última pareja, un escritor de baja categoría que la había atormentado los últimos cinco años, ella se dispuso a viajar por el país. Creía que entre más movimiento de cuerpo, menos posibilidad de recordar el lugar de origen.
Conoció variedad de climas, de comidas, de culturas, de distracciones. Pero en las noches, siempre, a la misma hora, sentía un deseo incontenible de llamarlo o mandarlo de una buena vez a la mierda, pero sobre todo llamarlo. No soportaba ver en su celular mensajitos como: "A pesar de todo eres la mujer de mis sombras" "Me desangro de amor y no puedo ya encontrarte". Aunque también, no quería aceptar, esperaba encontrar esos mensajes en el trascurso del día. Quería olvidarlo y no olvidarlo. Quería decirse así misma que podía olvidar en pocos días a ese fantasma que más de una vez la tarjó de muerte, le hizo el amor con escupitajos y veladoras, le escribió las peores cartas de amor y le leyó capitulos aburridos de una historia que ella no entendía. Quería mentirse y volver a llamarlo. Quería que se repitiera la historia: el infierno, los reclamos, las peleas, el sexo de los ahorcados.
Miraba a través de la ventana el cielo. No había estrellas. En su cabeza las ideas eran automoviles chocones sin rumbo determinado. Otro mensajito en el celular. "Recuerdo la humedad de tu cuerpo en mitad de la noche". ¡Puta madre!, piensa. Enciende un cigarrillo y tira el celular por la ventana.
Afuera, tras el rompimiento de un aparato pequeño, un Huawei de servicio limitado, surgen sombras que empiezan a desfilar y a susurrar cosas que ella no entiende.

Un títere está muy preocupado porque no sabe que se celebra el 20 de Julio. Se encuentra por casualidad con un amigo y lo saluda.

Criollo: Hola Antonelo N quería preguntarte el por qué hay tantos niños hoy, sábado, en el colegio. Dicen que es por el 20 de Julio, pero no sé que pasó ese día.

Antonelo N: ¡Cómo! ¿No sabes? Bueno, estos niños están aquí porque están celebrando el grito de independencia del país en que están parados y ven el hombre araña. ¿Cierto que sí niños?

Criollo: y ¿cómo sucedió? Es que quiero saber cómo se dio el grito de independencia.

Antonelo N: haber… gritemos todos… ¡ahhhh…! No, así no… ¡más duro! Ahhhh… Eso es… ese es un grito de independencia.

Criollo: Mentiroso. ¿Cierto niños que ese no es un grito de independencia? Son gritos y ya. ¿Qué es la independencia?

Antonelo N: La independencia es ser libre y poder hacer las cosas por si solo. Por ejemplo, si uno tiene hambre abrir la nevera y tomarse un yogur y no esperar a que la mamá se lo de a uno. Eso les pasaba hace más de 200 años a los colombianos con los españoles.

Criollo: No entiendo que tiene que ver el yogur en esto.

Antonelo N: Usted si es bobo. Muy bobo. Vea, desde la llegada de Cristóbal Colón, el que vino en barco y descubrió a América, nosotros quedamos bajo en mandato de los españoles. Por algo hablamos español. Por eso dependíamos de ellos. Es decir, nosotros hacíamos todo lo que ellos decían. Por ejemplo, si teníamos ganas de hacer chichí y ellos no nos dejaban ir al baño nos orinábamos en la ropa y olíamos a ombligo sin limpiar.

Criollo: Ehhh... ¿entonces el 20 de Julio logramos ir al baño sin pedir permiso a los españoles y pudimos hacer chichi solos?

Antonelo N: bueno, algo así. Ese día pudimos ir al baño solos porque los españoles se fueron.

Criollo: ¿Por qué se fueron?

Antonelo N: Porque ese día, el 20 de Julio, los colombianos se pelearon con los Españoles.

Ciollo: ¿Por qué se pelearon?

Antonelo N: porque los colombianos le prestaron un florero a los Españoles. Entonces los españoles se pusieron a jugar con el florero y lo dejaron caer y se quebró. La mamá de los colombianos se puso muy enojada porque quería mucho el florero y les dijo que tenían que traer otro nuevo y los encerró en un cuarto oscuro a ver televisor sin cerrar los ojos.

Criollo: ¿y los colombianos y los españoles se dieron puñetazos?

Antonelo N: Claro, un colombiano le arrancó a un español un dedo de un mordisco. Estaba enojado porque no podía jugar a las escondidas porque estaba encerrado en su cuarto. Por eso, los colombianos cascaron a los españoles del país. Además, los españoles no pagaron el florero. Desde entonces los colombianos pueden sacar el yogur de la nevera y van al baño solos. Y para que la mamá de los colombianos los perdone y se entere que ya pueden ir al baño solos ponen banderas en las ventanas.
Ando con unas ganas terribles de abrazarte, sentir tus besos de nube con crema de chocolate, de abrazarte y encender estrellas en el cielo, de hacer de la magia un cuento para dos, de volverte a besar y hacerte el amor como si estuviera rezando y tocando un territorio sagrado, de olerte para sentir que es cierta la dicha y inflar el pecho de posibilidad, de murmurarle a tus senos secretos del amanecer, de desayunar a tu lado, de sentirte en una esquina de la cama y estar pleno al decirte mía porque he visto en tus ojos un camino en el que me gustaría acampar con un librito de poemas de Whitman... y otras cosas que me hacen sentir vivo y lubrico.
Las señales están frente a las narices. Si uno se las sacude hasta puedes, si quiere, verlas. Pero hay que estar dispuesto a verlas. Hace poco encontré una mujer de nube y como las nubes se esfumó. Desde el principio estaba la fuga. El amor como las nubes es un soplo frágil al viento. Siempre hay tormentas y arcoiris. escojo las tormentas porque me gustan los días grises y las mujeres que se esconden en los paraguas. Hay unas que son paraguas de cuerpo completo que lo pueden escampar a uno. Pero si en la mirada hay viento y se quedan mirando como si se fueran a quedar es mejor decirles chao