Una cerveza. Un cigarrillo. Otra cerveza. Una mujer cruza la calle y su olor a rosa con desodorante deja burbujas violetas en el aire. Otra cerveza. Otro cigarrillo. Los senos se multiplican en una línea undívaga y distante. Los traseros conversan sobre el movimiento oculto de las miradas. La luna se sumerge entre las nubes y su imagen borrosa es un espectáculo para ciegos
Lo que más le asusta son las madres comunitarias. Son de su misma edad, incluso menores y lo miran, le dan café, galletas, gaseosa o pasteles de guayaba con un vaso de leche. Para ellas es el hombre perfecto, sensible, amable, con sueldo y que debe acariciar como una mujer con barba. Aunque él sabe de los cortejos, sonríe y les hace creer que es demasiado educado para ellas. Pero, lo que ellas no saben es que él apenas puede contenerse. Cuando él les mira los labios con ganas de besarlas, estar entre sus piernas, respirando, chupando, mordiendo, lamiendo, gimiendo, suspirando… También se las imagina en minifalda restregándole su miembro en sus traseros. Por eso, él sacude la cabeza tantas veces para pensar en otras cosas y no sentirse tan mundano. Pero, si una madre comunitaria lo saluda y le pregunta si es casado él responde que es divorciado porque así se siente más interesante. Y ella le dice que no parece mientras camina hacia la cocina. Él sonríe y se queda viendo como su trasero se mueve y se contornea, se mueve y se aleja, se mueve y deja en el aire una quejido de cremallera.
Escribo sin esfuerzo
como si las palabras me encontraran
como si hubiera algo que me mueve.
Una fuerza superior que me llama
me hace sostener el bolígrafo
hasta donde me sea posible.
No puedo hacer otra cosa que escribir
no idolatro a nadie
no extraño a nadie.
Puedo estar solo muchas horas
sin anhelar un encuentro.
Me encierro a sentir lo insoportable
a respirar y escuchar la quebrada
a olvidar tanta cosa que deseo
a fumar mariguana y estar.
Tirarme a la nada
verle la cara al abismo
a estar conmigo
a afilar los colmillos...
y estiro las manos
y atrapo palabras
como si danzara
una canción cósmica.
Una noche sin lluvia de noviembre
siento que he escrito toneladas de poemas
y puedo escribir otras toneladas.
Tengo que contarlo todo: la chica que esta lejos y no quiere conmigo, la chica que no me gusta y quiere conmigo, la soledad que está conmigo, la falta de sexo y licor que pueden conmigo… Por ello, a veces, parece que no vivo para mí sino para aquellos que me leen. No es que me queje, es que siento que he perdido intimidad y no puedo callarme. Me explico, si me rompo un tobillo escribo un post, si mamá no entiende que ya estoy grandecito y me quiero ir por quinta vez de la casa escribo otro post, si una chica me guiña el ojo escribo varios post… y entro al blog varias veces al día y leo mis post y me agradan. Veo los comentarios y hago clic en quien me comenta para dejarle otro comentario. Intento escribirle algo ingenioso para asegurarme que vuelva a comentarme. Y si no vuelve a comentar me siento algo frustrado porque perdí un posible amigo post. Sobre todo busco chicas post. Por eso, me alegro como un niño cuando me comentan. Si es un chico post respondo con halagos post, pero, si es una chica post respondo con cortejos post. En resumen, la comunidad post es lo último. Porque es allí donde están los escritores post que escribirán libros post para público post con ideas post. Y el público post piensa corto porque en el mundo post todo es breve y vertiginoso, rápido y distante, olvidadizo y fugaz. Y los verdaderos post son lacónicos y no dicen mucho porque sobre abundan. Por eso, al público post le gusta el sexo post, sexo sin tacto, sexo post-ergado. Me di cuenta que era un chico post cuando le puse un contador al blog y empezó a importarme más las visitas que los post. Esa es la razón de que haya más chicos post. Chicos que sino miran el blog se angustian y sufren depresiones post, desconexiones post, soledades post. Chicos que van con el portátil a todas partes para escribir de todo. Y para ser un chico post hay que cumplir dos requisitos básicos. Primero, ser un personaje post para lectores desconocidos post. Segundo, evitar relacionarse con personas que no hayan creado un blog porque son los arcaicos, los que ocultan sus pensamientos. Y la onda en el tiempo de la prisa post es decir hasta lo que no se piensa.

En fin, creo que el siquiatra, el que me da los calmantes, dice que debo volver a integrarme a la sociedad, interactuar con mis amigos, conseguirme una novia, olvidarme de la Internet por unos días, caminar por el campo… Y la verdad es que no entiendo al siquiatra cuando me habla de la sociedad. No sé a que sociedad se refiere. Lo que creo, es que él no entiende esto de la comunidad post.
El mar atraviesa la noche con furia.
Beso a mi chica y no la puedo coger.
Tiene una infección urinaria.
La arena de la sábana se pega al cuerpo.
Las moscas rondan.
Beso a mi chica en los ojos
labios
orejas
cuello
hombros
senos
vientre…


La impotencia atraviesa la noche con furia.
Me subí al sub en la estación Olleros. Ella me esperaba dos estaciones después. Cuando la vi estaba fumando y nos dimos un abrazo distante, pero tranquilo. Tomamos un taxi rumbo a la casa de su hermana. Cuando llegamos vi sobre una mesa una bolsa con galletas, pan tajado, fresco Tan sabor naranja, dulce de leche, atún y una botella de agua. Fuera de la bolsa había un mate de plástico con la bombilla. También había unas fotos y una carta de despedida. Yo le dije que no me arrepentía de nada, mientras ella se lamentaba de no haber estado juntos mi última noche en Buenos Aires. Sonreí. Sabía que se nos había muerto el amor de tanta inclemencia, de tanto dolor de panza, de tanta ausencia y silencio. Muerto el anhelo, el deseo se llena de tierra y distancia. El gran error fue haberle suplicado y el amor no debe acostumbrarse a las suplicas o a la necesidad de afecto porque se deja de alimentarlo con dulcísimas miradas. Y nosotros habíamos hecho todo lo necesario para que el amor nos fuera tormento. De un momento a otro cada uno hacía lo propio, sin importarle lo del otro. Como si cada uno empezara a recorrer un camino opuesto. Ya nuestros ritmos no eran compatibles. Así lo quisiéramos, no éramos los que necesitábamos ser para estar juntos. Y si una mujer no es la que debe estar contigo, la que te dejará recostar en su vientre, por más que intentes no podrás estar con ella. Siempre se presentará algo que impida el encuentro. Eso quiere decir que ella no es la que debe estar a tu lado. Porque cuando una mujer es la indicada, la que te acompañará, llegará en donde quiera que estés, en el instante preciso. El peligro es quedarse detrás de una mujer no indicada mucho tiempo negándose a la posibilidad de dejarse encontrar. No imaginaba eso con Ella. Además, nosotros ya no éramos encuentro, no éramos compatibles y nuestros movimientos habían dejado de ser armoniosos hace mucho tiempo. Nos quedaba cierto recuerdo lejano que apenas llegaba a la gratitud y no al deseo de sentir que se puede tocar la eternidad con las manos. Y la eternidad es el instante del instante, el beso que te genera mareo, la respuesta orgánica a ese beso, como una calada de cigarrillo en ayunas o un sobresalto al corazón.
—Lamentamos decirle que prescindimos de sus servicios.
—Bueno, las cosas no son como uno las imagina —contesto.

Miro la jefa de personal y quiero abofetearla porque por su culpa soy un desempleado más.
“Nancy la gente está acostumbrada a ser pisoteada. Si un jefe de personal dice lústrame los zapatos, lustran los zapatos. Yo soy distinto porque defiendo la dignidad del individuo. Por ello… eh… ya sabes… renuncié”. No, parezco muy heroico. “Nancy es hora de cambiar de vida y conseguir un mejor trabajo”. Tampoco. “Mira… eh… voy a montar un negocio con un amigo que será una mina de oro”. Ni yo lo creo. “Mientras surtía los aceites una voz interna me dijo que algo grande estaría por ocurrir y ya sabes… eh…”.

—Hola ¿Cómo te fue?
—Bien querida… eh… lo novedoso… eh… es que perdí el trabajo.
—¡Cómo! ¿Hablas en serio?
—Si, pero hay solución.
—¡Solución! Lo mismo dijiste cuando te despidieron de la fotocopiadora. ¡Siempre lo mismo! ¡Tu puta inestabilidad!
—Nancy no te enojes, las cosas volverán a ser como antes, confía en mí.
—¡Cómo antes! ¿Cuándo aprenderás a asumir responsabilidades? ¡Estoy harta de mantenerte!
—Pero Nancy...
—¡Pero nada! ¡Te vas!
—Nancy…
—Ya me sé tus excusas. Eres diferente a otros tipos, eres orgulloso, eres libre, eres el que escucha una voz interna que nos hará millonarios.
—Nancy, me duelen tus palabras.
—¡Ahora te duele!
—Ehhh...
—¡Lárgate!

En la calle soy otro desempleado sin mujer y sin casa. A unas cuadras adelante veo un bar.

—Señorita, una cerveza.

Pongo la maleta en el piso. Una cerveza y otra y otra. Una mujer se acerca:

—Te ves mal.
—¿Te parece?
—Si, pero yo te puedo… sabes… rehabilitar.
—¿Qué harías?
—Tienes que descubrirlo.
—No estoy de ánimo para las adivinanzas.
—Pareces un adolescente.
—Y si eso te parezco ¿por qué no te vas?


Otra cerveza. ¿Cuánto le debo? Gracias. Al querer tomar la maleta descubro que ésta no está ni tampoco la mujer que antes me había saludado. Así que en la calle soy otro ebrio sin empleo, sin mujer, sin casa y sin maleta. Voy cabizbajo y en una esquina tres jóvenes me detienen. El mas chico se lleva las manos al bolsillo del pulóver.

—Viejo, danos la billetera.
—¡Qué!
—¡Maricón la billetera! ¡Yaaaaaaaaaaa..!
—¡Qué!

De un puñetazo en la oreja me arroja al piso. Siento, sin poderme defender, como sacan la billetera del pantalón. Intento reponerme del golpe cuando de nuevo me toman de la camisa y me levantan de un tirón.

—¡Borracho la calle no es dormitorio público! Búscate otro lugar o...
—O ¿Qué? ¿Me golpearas?
—Muy bravo ¡Toma!

Con la cacha del revolver el policía me rompe la frente. Recuerdo la jefe de personal, a Nancy, a la mujer del bar, a los tres atracadores y de un golpe le hundo un pómulo al policía. Otros policías acuden a la escena.

— ¡Quieto, manos arriba! —grita un oficial.

Alzo las manos y TRÁCATE. Un cachazo en el rostro. De nuevo al piso y los polizontes empiezan a patearme. Minutos después un gato pasa y saca las uñas.
Todo lo que piense puede alterar el orden de las cosas.
Cada acción es como un bumerán:
Una mala intención coarta el aliento del otro,
un deseo perverso oxida el abrazo,
una queja tras otra queja evocan el invierno.
Hay que aprender a agradecer para afirmar el propio peso,
estar sobrio para aceptar la soledad,
respirar para arar el espíritu en Dios,
la multiplicidad del instante,
el fuego que mueve todos los cuerpos.
Cada cosa es una pieza fundamental de la existencia.
La flor es más antigua que el hombre
y apenas huele.
La roca es el origen del oxígeno
y no se mueve.
El amor florece y apenas es una vibración.
Pero, el pájaro canta
y se prefiere el ruido de los automóviles en la autopista.
Todo es imagen mientras se toque
en estos tiempos donde nadie ama
y el cuerpo es el altar del olvido.
¡Oh fuerzas invisibles!
¡Oh vibraciones intangibles!
¡Oh manifestaciones divinas!
Los hilos los cortaron hace mucho.